A estos grifos se recurría cuando las canillas y las piletas de nuestras casas no daban abasto para llenar los baldes que usaban nuestros padres para mojarse entre vecinos. Más de una vez las mujeres (nunca los hombres), se cambiaban la vestimenta empapada y salían diciendo “Basta que ya me cambié”, JA. JA, el carnaval no terminaba hasta que ya nadie quedaba en la calle.
Nosotros, los adolescentes, armábamos nuestra artillería de “Bombitas”, (siempre había una chata o un Jeet), llenábamos 2 inmensos fontones que se usaban para lavar la ropa, por supuesto que no eran de plástico, mas bien de chapa galvanizada que fabricaban los “hojalateros” de la época, y salíamos a “bombardear” a las chicas de los otros barrios con nuestros globitos, en este caso, siempre “las presas mas codiciadas” las encontrábamos en barrio Industrial. Creo que era uno de los barrios de los alrededores que más chicas salían a las calles en las tardes de carnaval.
Y a la noche estaba el “corso” y después los “bailes de carnaval”. Siempre éstos se hacían en la Av. Alberdi en el barrio de Arroyito, pero me recuerdo de uno que se hizo en Empalme, y fue sobre la Av. Genova, entre Progreso y las vías del Gral. Belgrano. Desfilaban diversas carrozas y también las diferentes “conocidas murgas” que llegaban de los distintos lugares de la ciudad.
Y por supuesto “El Club Reflejos” no podía quedar ajeno a esta fiesta, una de esas noches tuvimos la oportunidad de ver de cerca al “Rey” de la época, Palito Ortega.
Hay tantas anécdotas que uno pudiera contar de aquellos bailes de carnaval ya que tuvo la suerte de participar de los realizados por Clubes como Rosario Central, Gimnasia Esgrima, Provincial, Servando Bayo, Unión y Progreso, Belgranense, Caova… todos trayendo a los máximos artistas nacionales e internacionales.
Me quiero quedar en esta oportunidad con un recuerdo imborrable de uno de aquellos bailes de carnaval. Un querido y amado amigo mío, Félix Panizo (Jorge Ruben) era el cantante de la “Sonora Tropicana”, conjunto de cumbias que amenizaba los bailes de los clubes de rosario. Esta vez actuaban en el Club Casiano Casas, que llevaba el nombre del mismo barrio… y allí fue Carlitos.
En plena fiesta y estando en la barra del buffet tomando una naranja “social” con un grupo de amigos, se me acerca un señor mayor que desde hacía un rato nos merodeaba. Me llama, me separa del grupo, y me propone que saque a bailar una chica y que si yo lo hacía, el después se iba a encargar de invitar, al grupo de amigos y a mí, todo lo que quisiéramos consumir.
Con los años uno ha tenido miles de sorpresas de vida, pero a mis 16 años jamás había tenido una propuesta semejante. Sintiéndome un “galán ganador” le dije que me indicara cual era la chica que había que sacar a bailar.
De un lugar prudencial, más bien oculto, la señaló y antes me advirtió que esta chica tenía un problemita en una de sus piernas (era renguita). Le dije que no importaba y hasta esa mesa, cuando volvieron las cumbias con la voz de “Jorge Ruben”, Carlitos arremetió. No voy a entrar en detalles de todo lo que me costó sacar a bailar a esta hermosa chica de inmensa caballera rubia, la cuestión que la piba bailó conmigo, y toda una tanda de 45 minutos, suelto o como sea, bailó.
Después, el hombre de la propuesta, con toda una emoción reflejada en su rostro, se acercó a la barra del buffet, intentó cumplir lo ofrecido, a la cual nos negamos, entonces agradeció, me miró con ojos brillosos y me dijo que se retiraba con su familia. Antes de que partiera le pregunté: “Señor; usted es familiar de la chica, ya que lo vi despúes sentado en la misma mesa, ¿Tío? ¿Padrino? ¿Amigo de la Mamá?”. Me contestó expresamente en medio de una mezcla de emoción y orgullo: “Soy el Papá”.
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Carlos