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Lo mataron de dos balazos seis meses después de ser absuelto por un crimen

Written By Charles Francis on 10 diciembre 2011 | 12:58

Tenía 26 años y una hija de 5. Le dispararon tras una discusión a cien metros de su casa. En junio pasado, en un juicio oral, había sido absuelto por el homicidio de un repartidor. 
La cortada Mangrullo, en el sudeste rosarino. Allí asesinaron ayer a la mañana a Hugo Aranda. (Foto: N. Juncos)
Hugo Daniel Aranda tenía 26 años y era conocido como La mona. En junio pasado la Justicia lo absolvió en un juicio oral y público al que llegó acusado por el crimen del repartidor Darío Tirabassi. Pero en las calles del barrio El Mangrullo, en la zona sudeste de la ciudad, parece imperar otro tipo de Justicia. Esa que ayer a la mañana le quitó la vida con dos balazos calibre 9 milímetros. Fue poco después de las 7.30, cuando La Mona estaba junto a otras personas en calle Magrullo y cortada Belgrano, frente a un centro de salud. Dicen que discutió con un hombre que viajaba en moto y que los dos tiros lo mataron en el acto. Los vecinos del lugar lo auxiliaron en un taxi, pero llegó sin vida al hospital Roque Sáenz Peña. "La Mona se peleó con uno que iba en una moto y le pegó dos botellazos. Después el tipo se volvió, se bajó de la moto y le aflojó plomo", relató un pequeño vecino de la parte más añeja de un barrio que supo del histórico castigo de las inundaciones. 

En el banquillo. El rostro de La Mona fue públicamente conocido en el último inverno cuando en la sala de audiencias de los tribunales provinciales, en Balcarce y Pellegrini, fue sentado en el banquillo de los acusados por balear al repartidor Darío Tirabassi, un hecho ocurrido el mediodía del 14 de octubre de 2009. Aquel día, Tirabassi estacionó frente a una granja de Hilarión de la Quintana 12 bis su furgón Ford 4000 y entonces fue abordado por dos jóvenes en moto para robarle la recaudación. Le dispararon con un revólver calibre 22 y escaparon. La bala quedó alojada en la cabeza de la víctima y tres días después le causó la muerte. La Mona Aranda fue capturado el 12 de diciembre de 2009 y tras un largo proceso, que incluyó una propuesta de juicio abreviado con una condena de 16 años que no fue homologada, terminó siendo absuelto el 7 de junio de este año por el tribunal compuesto por los magistrados Gustavo Salvador, Carlos Carbone e Ismael Manfrín. 

En ese juicio oral, el segundo que se hizo tras la reforma del sistema procesal penal en la provincia, La Mona quedó desvinculado de la acusación por un robo calificado de enero de 2006 y fue absuelto por falta de pruebas en la causa por el crimen de Tirabassi. Sin embargo, fue condenado a 3 años y 9 meses de prisión por la tenencia ilegal de un arma de guerra que le hallaron el 8 de abril de 2009 en un allanamiento a su vivienda, donde se secuestró en la habitación donde dormía una escopeta recortada calibre 16 cuya aptitud para el disparo fue probada por los peritos. 

Hasta el momento del crimen de Tirabassi, Aranda poseía antecedentes por robo calificado, lesiones, amenazas coactivas y abuso de armas. En 2007 había purgado una pena por robo en la cárcel de Coronda. "Mi hermano estaba con la condicional desde hacía un mes. Había salido de Coronda y le faltaban seis meses para pagar esa deuda", comentaron ayer dos de sus hermanos en el humilde pasillo en el que habitan en Mangrullo al 4700, a cien metros del lugar del crimen. La Mona tenía una nena de cinco años. 

Larga noche. De acuerdo a lo que se pudo reconstruir, el jueves por la noche La Mona Aranda salió de juerga y la madrugada lo sorprendió en la esquina de la cortada Mangrullo y el pasaje Belgrano, frente al centro de salud que lleva el nombre del barrio que se levanta frente al frigorífico Swift, a orilla del río Paraná, y atravesado por un brazo del arroyo Saladillo. La Mona vivía en la parte más vieja del barrio, la que se abre desde el puente sobre uno de los brazos del arroyo —a la altura de la guardería náutica Puerto Sur y el astillero Fluvimar— y la cortada Belgrano, donde está el centro de salud. Un trozo de El Mangrullo que no figura en el mapa online de la Municipalidad. La cortada Belgrano equivaldría en El Mangrullo a la prolongación de calle Lamadrid. 

"Mi hermano no se metía con nadie. Anoche salió y después se quedó tomando (sic) con unos muchachos en la esquina del centro de salud. Vayan y saquen fotos ahí, yo no quiero ni ver el lugar", dijo uno de los hermanos de Aranda que habló con La Capital. 

La docena de cuadras, entre ida y vuelta, que el equipo de este diario caminó bajo el sol en El Mangrullo lo hizo escoltado por una doña del barrio y su hija que son parientes de La Mona y que venden cañas de pescar mojarreras antes de cruzar el puentecito sobre el Saladillo. A esa peregrinación se le fue sumando gente. Entre ellos un pequeño que sintió curiosidad por un tatuaje del cronista y así comenzó a contar lo que sabía sobre un intercambio de palabras que se transformó en una pelea fatal. Datos que fueron siendo corroborados por distintos testigos en un escenario de pobreza estructural y obsena. 

No mienten. "Yo soy borracho, pero no me meto con nadie. Yo llegué en un remís a las 7.30 y paré justo ahí. Le dije a La Mona que se fuera, pero no me hizo caso. Después apareció el de la moto y así nomás le tiró. Yo le dije: «¿Qué le hacés a mi primo? Y me apuntó a mi. Después se fue»", recordó Tonio, un hombre al que todos conocen en el barrio por su adicción al alcohol. "Tonio es borracho, pero no miente", agregó la doña. 

En la escena del crimen, el ingreso de un pasillo áspero de apariencia, quedaron marcados los lugares donde cayeron las dos vainas servidas calibre 9 milímetros. Manchas de sangre y dos o tres pequeños trozos de bolsas de residuos con los que se suele dar forma a las bochas de cocaína. "La Mona tuvo la culpa. Yo le dije que se fuera", repitió Tonio antes de perderse en uno de los pasillos. Ninguno de los que estaban en la escena se animaron a levantar el dedo acusador contra nadie, aunque quedaba flotando en el ambiente que todos sabían quién podía haber sido el que disparó. "Los amigos de mi hermano están desaparecidos, pero alguno tiene que haber visto quien fue. Y lo van a tener que decir. Esto no fue un ajuste de cuentas", explicó, entre indignada y dolida, otra de las familiares del difunto que hace seis meses esquivó una condena por homicidio y ayer fue víctima del crimen.
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