Hay sonidos que quedan irremediablemente inmortalizados en la mente del hombre. El ruido de los borcegos al pisar sobre la tierra con el peso de la humanidad puede ser uno. Otro, el desbande que provoca la patada de ese mismo borcego...
Hay sonidos que quedan irremediablemente inmortalizados en la mente del hombre. El ruido de los borcegos al pisar sobre la tierra con el peso de la humanidad puede ser uno. Otro, el desbande que provoca la patada de ese mismo borcego contra una puerta. Esos sonidos se escucharon otra vez el jueves por la mañana en una casa de Virasoro al 4000, en el barrio Bella Vista. Allí viven dos hermanos a los que apodan Pulga y Gareca. Al primero de ellos, el jueves lo detuvieron y no por primera vez. Se sospecha que es uno de los integrantes de la banda de los uniformados, acusados de asaltar al menos nueve viviendas en los últimos ocho meses y vestidos como policías.
El Pulga es un muchacho grande y el repaso de su historia delictiva, a partir de las crónicas policiales, conduce necesariamente a mencionar a otros personajes del mundo del hampa local: algunos ya muertos, otros prófugos o simplemente sumergidos en las entrañas del sistema penitenciario.
El Pulga es Carlos Jesús A., de 37 años y con un frondoso prontuario abierto. Es hermano de Juan José Gareca A., un hombre que salvó su vida milagrosamente cuando estaba preso en la cárcel de Coronda y se concretó la masacre en la que fueron asesinados 14 rosarinos, el 11 de abril de 2005. Después fue a parar a la prisión de Las Flores, pero por problemas de convivencia lo trasladaron a la comisaría 7ª de San Lorenzo.
De allí se fugó el 22 de mayo del mismo año y cinco meses después volvió a caer en las inmediaciones de su casa, en Virasoro y Lavalle. Entonces le dijo al comisario José Luis Juárez: "Jefe, ¿usted otra vez?".
El Pulga y Gareca estuvieron juntos en hechos significativos: una serie de robos en banda ocurridos en 1999, en la zona rural del departamento Iriondo, hechos en los que actuaban (¿casualidad?) vestidos de policías; y el homicidio de Héctor Alberto Juárez en enero de 2000.
Vestidos policiales. En el invierno de 1999 algunas chacras y viviendas de zona rural del departamento Iriondo fueron asaltadas por una gavilla de maleantes que actuaban vestidos como policías.
Se los mencionó en al menos cuatro casos y una tentativa de homicidio. Pero en 2003 fueron condenados por dos hechos de robo calificado y privación ilegítima de la libertad: uno en Cañada de Gómez, el 1º de julio de 1999, y el otro en Carrizales o Estación Clarke, el 19 de agosto del mismo año. Los hechos eran calcados. Un grupo de hombres llegaron vestidos con ropas azul marino y un par de chalecos con la inscripción "PFA" (Policía Federal Argentina). Empuñaban armas de puño y escopetas y en los autos usaban una baliza giratoria, similar a la que las fuerzas de seguridad utilizan en los vehículos particulares. Para llegar a sus víctimas anunciaban que estaban en un operativo cerrojo en la búsqueda de un camión robado minutos antes.
Luego era el tiempo del robo, algunos de ellos con métodos similares a los que hoy investiga el juez de Instrucción Jorge Baclini y la fiscal Viviana Cingolani, a cargo de la Oficina Judicial de Causas con Imputados no Individualizados (NN).
Cuatro años y medio más tarde, en diciembre de 2003, el juez de Sentencia Luis Guirado los condenó. A Gareca lo sancionó con 7 años y 4 meses de cárcel y al Pulga, 5 años y 8 meses de prisión. Como el primero de los hermanos tenía pendiente una pena en suspenso desde 1997, el magistrado se la revocó y lo declaró reincidente.
El crimen de Juárez.
Para los investigadores policiales, el sábado 8 de enero de 2000 la gavilla que integraban Pulga y Gareca apareció en escena irrumpiendo en una vivienda de pasaje Villegas y Khantuta, en los confines de barrio Las Flores. Para los pesquisas, la banda tenía el dato de que en el lugar se realizaba una partida de cartas por dinero entre seis personas. Tres maleantes entraron al lugar, dos por la parte trasera y uno por la delantera. El ingreso de los ladrones, donde según la versión oficial un grupo de amigos comía un asado, generó un estado de confusión que culminó cuando se escuchó una detonación.
Mientras los delincuentes fugaban, en el piso y con el rostro ensangrentado quedó Héctor Alberto Juárez, un laboratorista fotográfico de 45 años conocido en ese barrio por el apodo de Gato. Un proyectil calibre 9 milímetros le había ingresado por el ojo derecho con orificio de salida en la nuca. Fue trasladado al Hospital de Emergencias, donde llegó muerto.
Con el correr de los días, los efectivos de la entonces brigada de Homicidios cercaron a los participantes del hecho en base a los dichos de testigos. Así se realizaron una serie de allanamientos y fueron detenidos Pulga y Gareca en la casa de Virasoro y Lavalle. Otros dos hombres fueron detenidos en Villa Gobernador Gálvez y en Las Rosas.
Se secuestraron dos motos, un revólver calibre 44 y una escopeta 12/70.
En ese momento la investigación de la banda de los uniformados de la PFA estaba todavía abierta. Entre los detenidos estaba también Walter José Oveja Lopresti, quien el 18 de abril de 2008 fue asesinado a sangre fría en su casa de Roldán. Ese día llegaron tres sicarios, le robaron 120 mil pesos y lo ejecutaron con un disparo en la nuca.
Otro mencionado en la pesquisa por el asesinato de Juárez fue Carlos Manuel Fiordellino, hijo de un comisario retirado de la Unidad Regional II que hace cinco meses apareció en las crónicas policiales por balear a un agente policial de la comisaría 16ª en Ocampo al 3800.
Pero esa no fue la última aparición del Pulga en los diarios. El 7 de septiembre de 2003, pocos meses antes de que se conociera la sentencia por los robos en el departamento Iriondo, un hombre de 24 años fue asesinado de cuatro balazos en la Vía Honda, jurisdicción de la comisaría 19ª, zona sudoeste de la ciudad.
El parte policial indicaba que en una vivienda de Garibaldi y Patagonia, Mario Alberto Pacheco había sido acribillado por un sicario barrial. "Esto es por lo que le hiciste al Pulga", contaron los testigos que dijo el matador antes de ejecutar la sentencia de muerte. Pacheco estaba en esa casa con Verónica V., de 27 años, su novia y ex pareja del Pulga, protagonista de esta crónica. Si bien no se pudo dar con el sicario, el Pulga fue detenido por orden del juez de Instrucción Luis María Caterina, quien lo investigó como instigador del crimen. El finado y el supuesto instigador del crimen habían compartido pabellón en la cárcel de Zeballos y Riccheri.
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