Asaltan un bar en Oroño con cien clientes y le dan una paliza al ladrón

El bar Nicasio, en Oroño 344. El asaltante de 18 años chocó contra la puerta de blindex y ya no pudo seguir adelante. Las billeteras y celulares que llevaba en su mochila fueron recuperadas.

Dos jóvenes armados incurrieron en el repetido hábito de asaltar un resto bar atestado de gente. Fue el domingo a la noche en uno de los locales del corredor gastronómico que se extiende en el área de bulevar Oroño próxima al río. La acción fue calcada a otras recientes: los asaltantes barrieron mesa por mesa, mostrando armas y vaciando en forma fugaz los bolsillos de clientes. Sólo un detalle produjo una involuntaria alteración de libreto: en el escape uno de los ladrones se estrelló contra la puerta de blindex y cayó redondo al suelo.

   Cuando ya se había derrumbado varios clientes se le fueron encima y la emprendieron contra él a trompadas. Sólo la llegada de un patrullero lo liberó de los enfurecidos comensales. A raíz de los golpes terminó internado en un hospital céntrico. Es un chico de 18 años, con domicilio en la zona noroeste y un antecedente por robo.

   El atraco ocurrió el domingo a las 21 en el resto bar Nicasio, en bulevar Oroño 344, un predio donde durante décadas funcionó el Oroño Club. El local tiene un salón cerrado y otro sector vidriado sobre la vereda. En la parte posterior hay mesas al aire libre. Según contaron los encargados había una 100 personas a la hora del hecho. Pero algunos clientes ni se enteraron.

   Salvo en el final, fue un caso idéntico al ocurrido la noche del domingo pasado en un locar de Pichincha, también protagonizado por jóvenes armados (ver aparte). Los dos muchachos entraron abruptamente. Uno de ellos exhibió un revólver y anunció el inicio de un asalto. Los clientes quedaron inmóviles. Los dos ladrones comenzaron a recorrer las mesas y los atribulados parroquianos se resignaron a ser desplumados. Billeteras con dinero y documentos, carteras y celulares cambiaron de manos. “No tuvieron tiempo de robarles a todos los clientes”, explicó Emanuel, uno de los encargados del resto bar, a La Capital.

   Mientras uno de los ladrones saqueaba a los parroquianos, el socio caminó hacia la caja. Allí, la empleada que estaba detrás del mostrador se apresuró a escabullirse en la cocina cuando distinguió a los maleantes. “Cuando los vio a los tipos, la chica (por la empleada) se asustó y se metió adentro”, explicó Jorge, uno de los propietarios del bar. El escape de la encargada desalentó al asaltante, que no pudo recoger el efectivo de la recaudación.

La ñata contra el vidrio. El atraco fue fugaz. Cuando los ladrones decidieron marcharse uno tomó la delantera pero su cómplice no tuvo la misma fortuna al rebotar contra la puerta de blindex. El impacto fue tremendo y el ladrón se desmoronó. La escena fue presenciada por los clientes y el vigilador privado que custodia el negocio. Enseguida todos se arremolinaron y retuvieron al maleante. No sin aplicarle primero un correctivo. “Los clientes lo redujeron y lo golpearon”, comentó Emanuel. Al llegar los ocupantes de una patrulla del Comando Radioeléctrico el joven estaba inmóvil y maltrecho.

   Las trompadas le dejaron el rostro lleno de hematomas. Cuando ya estaba en el suelo, los comensales aprovecharon para recuperar los celulares y el efectivo sustraído y guardado en una mochila. Su cómplice se escurrió corriendo por el bulevar, pero antes se desprendió de un revólver calibre 22. Al ladrón apresado lo llevaron a un hospital céntrico, donde anoche estaba internado en observación.

   El joven que fue a robar y terminó en una sala hospitalaria se llama Manuel O y tiene 18 años. Vive en Gorriti al 5500 y tiene un prontuario con una sola anotación: un robo a mano armada que ocurrió el año pasado.

Por Eduardo Caniglia / La Capital