El hombre, de 69 años, está en estado delicado. Los nenes tenían 3 y 5 años. Estupor en Empalme.
"Si, yo asesiné a los chicos". Con esas seis palabras Norberto Alfredo Moretti develó el infierno que se escondía en la vivienda de Cabal 984 bis, en la zona noroeste de la ciudad. Allí, los pequeños Benjamín, de 5 años, y Josefina, de 3, habían sido asfixiados por su padre.
El hombre vivía sólo en esa casa de clase media y tenía un régimen judicial de visitas pactado con la madre de los niños, de la que se había separado hace dos años. Desde el miércoles los menores estaban con él y ese mismo día, según los forenses, los mató. Pero después no soportó el peso de lo ocurrido y la noche del jueves intentó quitarse la vida. Se arrojó al paso de un camión y terminó internado en el Hospital de Emergencias en estado delicado. Esa situación no le impidió confesar la tragedia desatada.
No hay nada vivo en la pequeña casa del popular barrio de Empalme Graneros. Adentro, en una habitación, esperan dos cuerpos pequeños vestidos con mallas y tirados en la cama. Parecen dormidos. Un diminuto hilo de sangre es la señal, y el olor agrio, insoportable. Claudia Marcela Rodríguez, de 40 años y madre de los niños, los había dejado al cuidado de su padre el miércoles al mediodía.
Últimos juegos. La tarde del miércoles, los chicos jugaron con sus amigos del barrio en la Play Station, anduvieron chapoteando con la manguera en la vereda y finalmente fueron a la pileta de un vecinito.
"Eran dos angelitos, blancos de cutis y de pelo negro. La nena estaba tan bien educadita, era un amor", contó una vecina entre llantos, gritos y lágrimas de desconsuelo.
El jueves Claudia acudió a la casa de su ex pareja para buscar a los chicos y llevarlos nuevamente con ella. Tocó una y otra vez la puerta sin obtener respuestas. Insistió durante la tarde, rastreó a Norberto en su kiosco de revistas y no lo halló.
A la 1 de la mañana de ayer volvió a golpear la puerta, pateó la reja y gritó llamando a su ex marido. Pero nadie la atendió. Entonces fue a los Tribunales y se dirigió al juzgado de familia a cargo de Ricardo Dutto. Allí, en compañía de su abogado, pidió una orden de allanamiento para retirar a sus hijos y devolverlos a su casa materna.
El oficio llegó a la comisaría 20ª y de allí partió una brigada a la casa de Cabla 984 bis. Otra vez no encontraron a nadie. Pero en ese momento el destino movió sus fichas: un hombre internado en el Hospital de Emergencias era el mismo que vivía en ese domicilio.
Así, los investigadores supieron que el jueves por la noche Moretti se había arrojado al paso de un camión en Juan José Paso y avenida de Circunvalación, y que el hecho se registró en la comisaría como un accidente de tránsito.
Confesión. Los efectivos fueron entonces al Heca y pudieron intercambiar una breves palabras con Moretti. Le preguntaron dónde estaban los niños. Y el hombre no titubeó: "Los asesiné". La madre de los pequeños entró en pánico al escuchar a su ex marido, cayó en un estado de shock y quedó internada también en el Heca.
Según fuentes extraoficiales, lo de Moretti no fue un accidente sino un intento de suicidio.Pero por su estado no se pudo constatar si estaba aturdido o con una firme convicción suicida al momento de ser atropellado. Si los tiempos del forense coinciden, el hombre estuvo en su casa con los niños muertos durante al menos 24 horas, o bien dio vueltas por la ciudad hasta terminar internado.
Estupor. Al trascender la noticia el barrio tembló, se convulsionó y sigue sin comprender. "Tenían una buena relación, la chica había enviudado hace unos ocho años atrás y aunque no se la veía por el barrio se notaba que no discutían ni nada", dijo la vecina de enfrente de la vivienda donde se perpetró el drama.
Sin embrago, el abogado de Claudia, Omar Chiabrando, dijo a La Capital que Moretti en algún momento había amenazado con matar a los pequeños. "No pareció creíble. Se lo tomó como una frase más del momento" del divorcio, dijo.
El hombre había trabajado como peón en un taxi y tenía un puesto de venta de diarios y revistas. Aparentemente afrontaba problemas económicos y no podía cubrir la cuota alimentaria exigida por su ex mujer. El divorcio tenía sentencia firme. "Era un buen hombre, jugaba con sus hijos", dicen los vecinos. Y recuerdan que la familia Moretti vive en Empalme desde hace al menos treinta años.
"No es posible, ¿qué le habrá pasado por la cabeza que lo hizo volverse loco a éste?", vociferaba entre llantos el abuelo de unos chicos que la tarde del miércoles habían estado jugando con las pequeñas víctimas.
"Es mi culpa, yo quedé en venir a buscarlos ayer para ir a la pile y no pasé", se decía inconsolable la tía de otros amiguitos de los niños. No hay respuestas para el destino de muerte.
El infierno entró a esa casa, la locura de un hombre solitario o tal vez la desesperación o la angustia. Sólo lo sabrá el homicida confeso, el filicida.
se sabe más de esta historia?
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