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Le impusieron 16 años de prisión por matar a balazos al padre

Written By Charles Francis on 05 noviembre 2011 | 16:22

"Llamá a la policía que yo me hago cargo", dijo Juan Gabriel Abramor el 7 de abril de 2010 frente al cadáver de su padre, Juan Carlos Abramor. Lo escucharon su mujer, su hijo y la pareja de la víctima. "Llamá a la policía que yo me hago cargo", dijo Juan Gabriel Abramor el 7 de abril de 2010 frente al cadáver de su padre, Juan Carlos Abramor. Lo escucharon su mujer, su hijo y la pareja de la víctima.

Cinco tiros habían sellado una historia oscura, con matices de magia negra y sincretismos que involucran a San La Muerte, una deidad popular que invoca a los fallecidos. Ayer, después de un juicio oral y público que se extendió durante tres jornadas, el juez José Luis Mascali condenó al acusado, de 23 años, a la pena de 16 años de prisión. A las cuatro de la tarde los fiscales Lucía Aráoz y Aníbal Vescovo comenzaron con su alegato. Pidieron que el muchacho sea condenado a prisión perpetua por cometer un homicidio con alevosía y agravado por el vínculo.

A su turno, la defensa a cargo de Nora Gaspire y Marta Macat, solicitó la absolución de su cliente y un tratamiento psiquiátrico que le permita superar la difícil situación a la que había sido sometido por los rituales paganos a los que lo obligaba su padre. El día antes del crimen, según confió Juan Gabriel en su descargo, su padre le dijo que planeaba sacrificar a su bebé de tres meses. Entonces hubo una discusión. Al día siguiente, el ahora condenado encontró un velón negro con el nombre tallado de su hijo y creyó, según explicó la defensa del parricida, que no tenía otra alternativa que terminar con la vida de su padre para salvar a su hijo.

La mañana del 7 de abril tomó un revolver calibre 38 que había adquirido ilegalmente tiempo antes y le descerrajó cinco balazos. A la hora de fijar su posición, los fiscales dijeron que "la víctima ni atinó a defenderse, el muchacho actuó con alevosía y no es que se haya entregado, simplemente no huyó". Asimismo, consideraron que "no tiene una patología mental que pueda exculparlo de nada". Y respecto a las acusaciones que Juan Gabriel hizo sobre los ritos llevados adelante por su padre, manifestaron que "en lo que se ha visto por medio de los videos no hubo sacrificios de animales ni ofrendas humanas y la vela en cuestión con el nombre del hijo del acusado nunca apareció. Igual, nadie mata a una persona por un nombre en una vela".

Oscura relación. Fue el mismo acusado el que, durante el juicio, dijo haber presenciado "sacrificios" de aves y cerdos como ofrendas a San La Muerte, y también afirmar que su papá "traspasó un límite" cuando víctimas de esos trabajos fueron seres humanos que luego murieron. 
La defensa de Abramor dio por acreditada "una situación muy complicada" en la vida de su cliente. "Durante cinco años el joven convivió con un culto diabólico, creyendo que Juan Carlos Abramor o Antonio, su nombre de ficción, tenía poderes devenidos de algo sobrenatural y esto confunde y enloquece a cualquiera". Bajo esa estrategia solicitaron la absolución del muchacho o en su defecto una pena atenuada de 8 años y la obligación de que sea atendido en un hospital psiquiátrico. 

Fue luego de un largo e inteligente alegato que recorrió la vida de Juan Gabriel: sus adicciones, su sometimiento al padre y su estado de misticismo crónico. El homicidio ocurrió en la casa que compartían padre e hijo junto a sus parejas, en Pueyrredón 4031. "Yo no maté a mi padre, maté al brujo", fue la frase que quedó flotando en el recinto judicial en el inicio de las audiencias. Fue la única vez que el joven se refirió a la relación que tenía con el asesinado. 

El juicio no fue sencillo. Videos, grabaciones y declaraciones desnudaron una rara trama familiar. Juan Carlos Abramor se hacía llamar Antonio en su consultorio de magia negra. Según creían en su casa, tenía poderes devenidos de San La Muerte. El joven ayudaba a su padre y dependía económicamente de él. Sus trabajos eran ir al cementerio a buscar cenizas de cadáveres incinerados y colaborar en el local donde atendía a sus clientes. Se autodenominaba parapsicólogo y cobraba 50 pesos por consulta, "llegando a hacer trabajos de entre 7 mil y 10 mil pesos". 
La familia del joven quería una pena mas dura para él. Sus abogados sostuvieron que, en parte, estaban conformes. Al escuchar la sentencia, Juan Gabriel retiró la palma de su mano derecha de su sien, miró hacia su costado, a la soledad del recinto y pidió que le explicaran la pena. "Se siente liberado", concluyó una de sus abogadas. 

Disconformes
 La familia Abramor no quedó conforme con la condena. Ayer fueron pocos: Natalia, hermana de la víctima y tía del acusado; Karina Fernández, pareja del muerto; y Damián Fernández, su ex cuñado. “Lo mató como a un perro, no fue un chico abusado ni las cosas eran como dijo la defensa. Los fiscales la tenían más clara. La vida de Juan Carlos vale mucho más que 16 años, él le dio mucho al chico”, coincidieron tras escuchar la sentencia.
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