El domingo a la tarde los pibes que jugaban a la pelota en una improvisada canchita de fútbol del barrio Casiano Casas se quedaron estupefactos por las estampidas de disparos de armas de fuego. Enseguida advirtieron que, enfrente de ellos, un adolescente de 17 años yacía inmóvil sobre una zanja, frente a su casa. Un instante antes dos balazos disparados por dos motociclistas le habían perforado la espalda al joven. Desesperada, la madre lo subió a un auto y lo llevó al Hospital Alberdi, pero su vida se apagó poco después en el Hospital de Emergencias.
Hasta anoche, los investigadores policiales no habían determinado la motivación del crimen, pero, en forma preliminar, desechaban la teoría de una venganza. Se presumía que la jóven víctima fue confundida con otra persona.
Nahuel Eduardo Domínguez tenía 17 años y vivía con los padres y un hermano de 15 en una vivienda situada en la esquina de Uriarte y Esquivel —a una cuadra de Casiano Casas al 1400—, una barriada habitada por personas de clase media modesta, con zanjas a cielo abierto. Nahuel se ganaba la vida trabajando con el padre en una carnicería de Casiano Casas al 1400, cerca de su casa, y, según contaron algunos vecinos, no se le conocían conflictos ni disputas con nadie. Tampoco, según una fuente policial, tenía prontuario abierto.
Todo transcurría en el letargo habitual de un día domingo. Solamente algunos pocos vecinos caminando por las calles del barrio y unos chicos que despuntaban el vicio de jugar al fútbol modificaban ese escenario. En la casa de Nahuel festejaban un cumpleaños y el adolescente había decidido salir un rato a la calle.
Enfrente, en la ochava noreste de Uriarte y Esquivel, dos equipos de pibes del barrio disputaban el tradicional picado de fútbol dominguero en una cancha raleada de césped. El chico miraba de reojo los movimientos de los jugadores mientras esperaba regresar a la vivienda para entonar el feliz cumpleaños dedicado a a un familiar.
A quemarropa. A las 5 de la tarde se desató la tragedia. Dos hombres con sus rostros cubiertos con bufandas pasaron en una moto de color negro y le dispararon a mansalva. El adolescente se derrumbó sobre una zanja alcanzado por tres proyectiles calibre nueve milímetros.
A esa hora, Carlos, un vecino, dormía plácidamente la siesta cuando las estampidas lo sobresaltaron. Salió disparado a la calle con la poca ropa que tenía puesta. "Escuché cinco tiros y salí a la vereda. Alcancé a ver cuando cuando la madre y una amiga lo subían a un auto para llevarlo al hospital", contó a un cronista de LaCapital.
Uno de los proyectiles perforó una de las paredes de la casa del chico fallecido. Anoche, los pesquisas no habían determinado la cantidad de balazos que dispararon los agresores.
"Algunos testigos nos dijeron que habían tirado tres tiros. Otros vecinos nos contaron que fueron más de tres", explicó un oficial que sigue de cerca la investigación. El portavoz consultado indicó que, en la escena del crimen, los agentes de la comisaría 10ª y de la sección Homcidios hallaron tres vainas servidas calibre nueve milímetros.
A Nahuel lo llevaron al Hospital Alberdi y, de ese centro asistencial, lo trasladaron al Hospital de Emergencias, donde falleció a las 20, tres horas después. Ayer a la tarde, una mujer treinteañera lucía indignada por la violenta muerte del chico. "
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Carlos