Una batería de medidas judiciales intentará echar un poco de luz sobre uno de los asesinatos más enigmáticos de los últimos tiempos: el de la obstetra jubilada Marta Graciela Carré,
quien murió en su casa de barrio Industrial bajo un brutal castigo que incluyó, además de golpes y quemaduras, una veintena de puñaladas.
Cuando falta poco para que se cumpla un año del hecho, lapso de tiempo en el que la investigación no pudo avanzar un centímetro en busca de sospechosos, desde el juzgado que interviene en el caso ahora apuntan al círculo íntimo de la mujer.
quien murió en su casa de barrio Industrial bajo un brutal castigo que incluyó, además de golpes y quemaduras, una veintena de puñaladas.
Cuando falta poco para que se cumpla un año del hecho, lapso de tiempo en el que la investigación no pudo avanzar un centímetro en busca de sospechosos, desde el juzgado que interviene en el caso ahora apuntan al círculo íntimo de la mujer.
De esa forma, ocho personas, entre ellas amigos, familiares, vecinos y un ex marido de la víctima, deberán pasar por el gabinete de rastros de la policía para dejar estampadas sus huellas dactilares que serán cotejadas con marcas halladas en el lugar del crimen.
El crimen de Carré no fue ni por asomo un hecho que se pueda atribuir a delincuentes comunes. La mujer tenía 64 años y hasta que le llegó el momento de abandonar la actividad profesional trabajó en el Hospital Roque Sáenz Peña. En su casa de Mar del Plata 581 bis habían quedado algunos instrumentos de su profesión como una camilla y varias tijeras de punta mocha, elementos que fueron utilizados para matarla.
El hallazgo.Un amigo de toda la vida, ante la insistencia de la empleada doméstica que se presentó a trabajar el 15 de diciembre del año pasado y no obtuvo respuesta, la encontró sin vida en un medio de un cuadro desgarrador. Estaba tendida en el piso del living comedor, vestida, con zapatillas, boca arriba y con la cabeza en medio de un charco de sangre. Diecisiete puñaladas superficiales en el cuello, una en el abdomen, tres en tórax, que desencadenaron la hemorragia fatal, y tres en la mama derecha. La muerte dataría del día 13.
A esas huellas de lo que fue una salvaje agresión se le sumaron visibles hematomas en los labios, en la cabeza y una quemadura de primer grado producida sobre el flanco izquierdo del cuerpo. El fuego fue encendido con la ayuda de una caja de fósforos, que quedaron desparramados sobre una frazada con la que al parecer intentaron avivar las llamas. Como si faltara un detalle para demostrar que se trató de una agresión que desbordó parámetros, le habían colocado una bombacha en la boca. Salvo el lugar donde encontraron el cadáver no había otros signos de violencia en la casa.
El o las personas que cometieron el homicidio sólo tomaron el teléfono celular de Marta y las llaves de la puerta de calle. Esa abertura contaba con dos cerrojos, pero cuando el amigo de Marta llegó se encontró con que sólo una de las cerraduras se había usado. El destino que tuvo la mujer causó conmoción en esa porción de barrio Industrial. Considerada una vecina histórica de la zona, Marta forjó fama de buena gente, solidaria, pero a la vez de extremadamente reservada y cuidadosa. “No dejaba pasar a cualquiera”, contó un vecino. Por ese motivo quienes la conocían y los investigadores policiales daban por hecho que aquel día le cedió el ingreso a su casa a gente de confianza.
Los ribetes del caso, y la preocupación que generó en Tribunales, hicieron que se formara una comisión policial especial para investigarlo de lleno. Ese equipo está integrado por detectives de la Agrupación de Unidades Especiales y de la División Judiciales de la Unidad Regional II.
Primera pista. A los pocos días surgió una línea de investigación que apuntaba al ex marido de Marta, de quien se había separado hacía varios años. La ruptura de esa relación había dejado a la mujer en un pozo depresivo del cual pudo salir de a poco. Un testigo contó que, poco antes de que el hombre rehiciera su vida, Carré había acondicionado su casa para facilitarle las cosas a su pareja, quien ya empezaba a sentir los avances del mal de Parkinson.
Con su ex había mantenido también un vínculo económico: había manejado, incluso hasta después de la separación, un salón de fiestas que estaba sobre avenida Alberdi. Cuando el tiempo de los negocios también pasó, Marta se hizo acreedora de un pagaré firmado por el hombre por casi 90 mil pesos.
Como tuvo dificultades para cobrar ese dinero, la obstetra pidió asesoramiento legal a un estudio jurídico ubicado sobre Balcarce al 1500. Con patrocinio letrado Marta inició “un juicio ejecutivo” para el cobro de esos documentos que llegó a buen puerto el 7 de diciembre, es decir seis días antes del crimen. En la oficina de su representante le entregaron 60 mil pesos, el resto del total fue a parar al rubro honorarios, impuestos y sellados.
¿Qué hizo Marta con los 60 mil pesos contantes y sonantes que se llevó del estudio profesional? Esa pregunta no tiene respuesta por ahora y el ex cónyuge de Marta, su actual pareja y una empleada del buffet, que está sospechada de hacerse pasar como abogada, integran el grupo de personas cuyas huellas digitales serán cotejadas.
El viaje que no fue. La obstetra había contratado dos meses antes de que la mataran, con una agencia de turismo de calle Mitre, un viaje de quince días por Bogotá, Cartagena de Indias y Panamá “con servicio de todo incluido”. La fecha de partida, según los bouchers que obran en el expediente, estaba prevista para el 22 de diciembre.
También a los pocos días del asesinato se supo que Carré era titular de dos cuentas en los bancos Nación y Santa Fe. La primera la compartía con una vecina y amiga del barrio. La segunda, de acuerdo con los informes, “se movió” por última vez el 27 de noviembre de 2009 y Marta era la única dueña. La ex médica además poseía una caja de seguridad en la casa central del Nación, en el cruce de las peatonales. En ese cofre, los investigadores hallaron 65 mil pesos y 3.600 dólares.
Pero un dato que despertó suspicacia fue la cuenta que Marta había contratado con su vecina y amiga en el Nación de Arroyito. Carré y esa mujer, que maneja una lencería en ese barrio y cuya identidad se preserva porque no está imputada de nada, cultivaron una amistad que incluyó al marido de la segunda. Se visitaban asiduamente e incluso era común ver a los tres comer juntos en un bar de avenida Alberdi. Según consta en el expediente, la cuenta en el Nación lleva el número 25/50 y la amiga figura como cotitular a la “orden recíproca”. El 30 de diciembre, 17 días después del crimen, la vendedora retiró 37.665 pesos que, según dijo, eran suyos, parte de lo que había ahorrado con la víctima para hacer juntas un viaje.
Otro detalle en el expediente que por el momento no se profundizó tiene que ver con un informe del Servicio de Catastro e Información Territorial de la provincia, en el que Marta Graciela Carré aparece como compradora de la casa en la que viven actualmente esos amigos. El inmueble está ubicado por calle Rubén Darío a unos 150 metros de la vivienda de la jubilada. Durante la declaración informativa que la comerciante brindó en agosto pasado en Tribunales, nadie le preguntó el motivo por el que ella y su marido le habían vendido la casa a Carré.
Por Ariel Etcheverry / La Capital
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