Luis Machín es uno de los actores más respetados en el medio artístico argentino, y su dilatada trayectoria incluye multitud de trabajos en teatro, cine y televisión. Sus personajes, siempre complejos y dotados de una gran riqueza
de matices emocionales, son recibidos con beneplácito por parte del público y le han merecido el reconocimiento de la crítica, así como también un número considerable de premios a lo largo de su carrera.
Sin embargo, no siempre fue así, y la verdad es que a Luis Machín el reconocimiento oficial le llegó muy tarde, bajo la forma de un premio Martín Fierro por su labor en la telenovela "Padre Coraje" (2004). Resulta extraño que a un actor tan querido por el público y que ha demostrado en tantas ocasiones que es un profesional de primera línea en su oficio, no se lo hubiera reconocido antes.
Este camino hacia la fama comenzó cuando Luis Machín contaba con 16 años, momento en el que decidió que quería ser actor. Posteriormente, y con 23 años, tomaría una de las decisiones más importantes de su vida, la de marchar a Buenos Aires con el objetivo de radicarse en esta ciudad y ampliar sus horizontes como artista.
Los resultados de semejante determinación se concretan en filmes como “Felicidades” (2000), “Un oso rojo” (2002) y “Al otro lado” (2007), película esta última que le significó el reconocimiento internacional.
Entre sus más recordadas actuaciones en series televisivas se pueden mencionar “Son amores”, “Padre Coraje” (2004), “Montecristo” (2007) "Los simuladores" (2002), "Criminal", "Botines" y "Cuentos de Fontanarrosa".
Y en teatro formó parte de las obras “Cercano Oriente”, “Textos por asalto”, “Dios perro", “Ella”, “El pecado que no se puede nombrar” entre otras.
Premios
- Fue nominado en 2001 al Cóndor de Plata como Mejor Revelación Masculina por “El astillero” (2000).
- Ganó el Premio Martín Fierro a mejor actor de reparto.
Citas textuales
- A propósito de la decisión juvenil de marchar a Buenos Aires en busca de un sueño: “Me fui a Buenos Aires buscando desarrollar mi carrera, porque Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires". (www.clarín.com)
- Refiriéndose a la naturaleza de la actuación: “Pienso que la actuación es una sola y por supuesto que cada lugar tiene, no voy a decir reglas porque no están establecidas así, pero sí cotas que permiten que un actor pueda desenvolverse conociendo el mundo que cada registro propone. Entonces, como no hay reglas sino mundos que se manejan de manera diferente, que tienen su particularidad, está en cada actor entender esas particularidades que se proponen”. (www.imaginacionatrapada.com.ar)
- Con respecto a la representación que el actor se hace del público y la manera como debe manejarla para evitar que lo afecte de manera negativa: “Pueden haber treinta personas en una sala de quinientas y ser un público muy receptivo y puede estar llena y ser un público poco receptivo. Pero yo actúo para mí, no pensando en que tengo que agradarle a la gente; si le gusto mucho mejor. Entonces, soy muy riguroso con la actuación y con los ensayos, porque todo eso me da placer a mí. Si lo ve más gente mejor, y si le gusta mucho mejor. Pero no actúo con la conciencia de que tengo que agradarle a la persona que me está mirando. Uno en televisión, con ese ojo que te mira… son millones de personas, si uno se va a poner a pensar en ellas te puede ser anulatorio.” (www.imaginacionatrapada.com.ar)
Por Luis Machín
Curiosidades
- Sólo una vez en su vida, a los 19 años, intentó dejar de fumar, y desde entonces reconoce claramente cuando se presentan los síntomas del síndrome de abstinencia: Temblor, sudoración en las manos, problemas físicos y emocionales… lo mismo que dice le sucede cada vez que deja de actuar por un tiempo.
- Confiesa sin pudores su adicción a la actuación, la sufre —o la disfruta— desde que se subió a un precario escenario en una kermese organizada por la parroquia del Corazón de María, en su Rosario natal.
- Enfundado en un vestido de su madre que debajo ocultaba almohadones y una frazada para engrosarle la figura, maquillado y luciendo una curiosa peluca, fue María Marta Serra Lima por un rato y supo que las tablas eran su placer y destino.
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Carlos