Rutas provinciales que llegan desde el norte, puertos públicos y privados sobre el río Paraná, cargamentos de cocaína a Europa, mano de obra desocupada y corrupción policial; la saga de violencia en la ciudad santafesina está cruzada por lo económico, lo social y lo geográfico
Era una tarde tranquila, mitad de semana. Una camioneta utilitaria ploteada con la publicidad de una peluquería para perros paró en la canchita de fútbol que hay junto a los ranchos del barrio Refinería. Varias personas hacían cola junto a una de las construcciones como si esperaran para pagar una cuenta en Pago Fácil, sólo que era una casilla de ladrillos sin ventanas, con una puerta de acero macizo y dos bocas de expendio. El búnker del barrio Refinería está en una de las zonas más paquetas de Rosario, a menos de 100 metros de la costa del río Paraná, a sólo 50 del complejo de torres más caro de la ciudad y a dos cuadras del shopping más grande. Y como suele ir tanta gente, le dan número a sus clientes para que se acomoden por orden de llegada y no haya problemas. Está a la vista de todos.
De pronto, una camioneta negra de la Tropa de Operaciones Especiales, la fuerza de elite de la policía santafesina, irrumpió en el barrio a toda velocidad y, en un pestañeo, una docena de policías encapuchados y armados hasta el cuello estaban dispersándose por los pasillos del asentamiento, rodeando la construcción. Mientras tanto, cuatro brigadas de Gendarmería Nacional rodeaban el lugar y un helicóptero negro seguía toda la maniobra desde el aire. Fue un golpe rápido, parte de una coreografía policial mucho más grande que estaba desplegándose al mismo tiempo en otros 89 búnkers de la ciudad. Un megaoperativo dirigido por el secretario de Seguridad Sergio Berni y transmitido en vivo por la televisión nacional. A eso de las 4 de la tarde del miércoles 9 de abril, 1.500 gendarmes, 500 prefectos, ocho helicópteros y todos los agentes de la Tropa de Operaciones Especiales de Santa Fe inundaban la zona en un operativo que buscaba ahogar el narcotráfico en Rosario y generar un golpe de efecto mediático contra la idea de "ciudad narco".
Después de que un uniformado salió del búnker del "Refi" y con una mano hizo el gesto de terreno despejado, un pelado de aritos, con una pechera de la Policía Federal, bajó de la camioneta de la supuesta peluquería canina con una laptop para hacer un resumen de los resultados del operativo: dos detenidos, unos pocos gramos de cocaína, una tuca de marihuana, dos paquetes de papas fritas, una lata de picadillo, una botella de gaseosa.
En total, el resultado del operativo en toda la ciudad arrojó unas 24 detenciones, en su mayoría menores de edad y dos embarazadas (una de las cuales comenzó su trabajo de parto en un patrullero, por lo que no pudo ser interrogada). La cantidad de droga decomisada fue tan baja que prefirieron no difundir las cantidades. "Este megaoperativo conjunto se gestó con el claro objetivo de terminar con la impunidad para las bandas criminales que habían instalado en Rosario un sistema de terror y sangre", declaró el secretario de Seguridad Sergio Berni tras el procedimiento. "Se dio una planificación ejecutada prácticamente como una pieza de relojería, trabajando con la Policía santafesina, con la Policía Comunitaria. No interesa cuánta droga se decomisó."
Hermes Binner, diputado provincial y ex gobernador de Santa Fe, celebró la intervención nacional en el asunto, pero le quitó importancia al operativo en sí: "Fue más bien pobre", dijo. "El resultado no es muy alentador, es una pobre recaudación de información."
En los últimos dos años, el narcotráfico hundió a Rosario en una espiral de violencia inédita. Aunque la proliferación de cocinas de cocaína en las villas rosarinas tomó envión durante 2012, su consolidación sangrienta fue en 2013. Ese año, la tasa de criminalidad de Rosario sobrepasó dos veces el promedio nacional: 20 asesinatos cada 100 mil habitantes. Y en los primeros 25 días de enero de 2014 ya se habían cometido unos 28 homicidios.
En septiembre de 2012, el raid de asesinatos ligados a los grupos narcos finalmente llegó a los medios nacionales después de que un sicario asesinara de cinco balazos en una de las esquinas más transitadas de la ciudad a Martín "Fantasma" Paz, que supuestamente se encargaba de lavar el dinero sucio de Los Monos, una de las bandas más grandes de Rosario. El crimen incluía casi todos los tópicos de la narrativa narco: un sicario gatillando desde una moto, plata sucia, una supuesta venganza y la impunidad absoluta de la ejecución a plena luz del día y a los ojos de todo el mundo.
Desde entonces, la sangre no paró de correr e incluyó la de dos capos narcos de la ciudad: a las 5:30 de la madrugada del domingo 26 de mayo de 2013, Claudio Ariel Cantero, "el Pájaro", líder de Los Monos, fue asesinado de seis disparos en la puerta de Infinity Night, una disco de Villa Gobernador Gálvez, 10 kilómetros al sur de Rosario. Y en la madrugada del domingo 29 de diciembre, Luis Medina -para los amigos "el Gringo", para la PSA "el Hombre Marlboro" y para la policía santafesina "el Señor de los Anillos"- fue asesinado mientras manejaba su Citroën DS3 rojo por avenida Circunvalación, dirigiéndose hacia el hotel del Casino City Center junto a su novia de 23 años, la modelo Justina Pérez Castelli, que unos años antes había salido con el Ogro Fabbiani. Dos autos se interpusieron en su camino y, mientras empezaban a disparar contra el Citroën, Medina tiró el auto a la banquina y, ahí, fue acribillado a quemarropa junto a la modelo.
Rosario se había quedado sin cúpula narco y se convertía en el campo de batalla de una guerra de clanes como nunca antes se había visto en Argentina.
La pregunta es: ¿Por qué en Rosario?
Y la respuesta es económica (las villas que germinaron alrededor de la ciudad en los 90 con gente que quedó afuera del sistema), política ("En la provincia de Santa Fe, la Policía se autogobierna", dice el diputado kirchnerista Eduardo Toniolli) y, sobre todo, geográfica. ("Es muy simple, todas las rutas llegan a Rosario y tiene un puerto inmenso. Por ahí podés llevar lo que quieras adonde quieras", dice Carlos Hugo Varela, el abogado penalista que defiende a casi todos los narcos rosarinos.)
En Rosario confluyen numerosas rutas provinciales, dos de las cuales llegan desde Paraguay y Bolivia, y sobre el margen del río Paraná hay 21 puertos privados y cuatro puertos públicos. "Si a esto se le suman los conflictos de las fuerzas de seguridad, una Justicia Federal casi obsoleta y un cuerpo de Prefectura Naval sin recursos, estamos ante una situación más que compleja", dice Maximiliano Pullaro, diputado provincial de Santa Fe por la Unión Cívica Radical y uno de los políticos más comprometidos con las denuncias y las investigaciones contra el narcotráfico en la provincia. "Las bandas violentas de Rosario no son productoras de cocaína. Son utilizadas para realizar la logística de la exportación. A la ciudad llega la pasta base y se estira con precursores químicos para después ser exportada a Europa. Por este trabajo, los narcos locales reciben su pago en cocaína, no en dinero, lo que hace que haya una gran cantidad de estupefacientes muy baratos en las calles, que a su vez genera una gran descomposición social."
Es decir, los grupos narcos rosarinos reciben la droga, se encargan de enviarla a Europa a través de los buques cargeros que salen del puerto de Rosario (se habla de relaciones con la mafia napolitana) y el pago que reciben, en cocaína, lo venden en la ciudad para convertirlo en plata. Pronto, con la droga en las manos, los grupos empiezan a disputarse territorios donde venderla: ahí es donde nacen los búnkers. Se trata de construcciones cerradas, con puertas de acero macizo y bocas de expendio que impiden ver para adentro. "No hay antecedentes que indiquen que la protección del búnker sirva para evitar un allanamiento. No hubo casos de resistencia a los allanamientos. La estructura del búnker protege de otras bandas", explica Juan Murray, asesor de la Procunar, el organismo estatal creado en 2013 para colaborar y organizar la lucha contra las estructuras narcocriminales. "El fenómeno del búnker, propio de Rosario, es una respuesta a la escalada de violencia por la disputa territorial."
Ahí es donde entran los sicarios: chicos sin futuro de los suburbios rosarinos a los que contratan por unos 6 mil pesos, les dan una moto, un arma y un objetivo. Después de concretada la ejecución, se pierden en el tráfico y casi nunca los encuentran. "La tasa de esclarecimiento de homicidios está por debajo del 50 por ciento", dice Daniel Erbetta, ministro de la Corte Suprema de Santa Fe.
Por ahora, salvo las amenazas a los medios rosarinos y algunas muertes civiles, casi todas las muertes han sido entre los clanes. Algunas semanas después del fusilamiento del "Fantasma" Paz, la investigación se orientó hacia una hipótesis: que el crimen había ocurrido en el marco de una disputa interna de Los Monos. Paz había realizado, a escondidas y con dinero ajeno, movimientos para lograr independizarse de la estructura de la banda. Su atrevimiento fue saldado a plomo, aunque estaba emparentado con uno de los líderes de la banda: era el cuñado de Claudio "Pájaro" Cantero. Por esos mismos días, la Justicia provincial ordenó la detención de otros miembros del mismo clan: Guillermo Cantero, hermano del Pájaro; Monchi Cantero, hermano de crianza de ellos dos; y Ariel Máximo Cantero, alias Mono y fundador de la banda, que está prófugo.
Los Monos, el mayor grupo narco de la ciudad, empezó a funcionar a fines de los 90, traficando marihuana desde Paraguay para revenderla en la ciudad, pero fueron evolucionando. Históricamente, su base de operaciones estuvo en barrio Las Flores, al sur de la ciudad. Es allí donde hace pocas semanas se hallaron túneles que supuestamente eran usados para acopiar armas y drogas y, además, como vía de escape ante los allanamientos o ataques de bandas rivales.
Exactamente igual que los túneles que encontraron cuando el Chapo Guzmán, el capo del cartel de Sinaloa, fue apresado el 22 de febrero en Mazatlán.
Exactamente igual que los túneles que usaban los contrabandistas en la década del 20 en Rosario, cuando la ciudad era conocida como "la Chicago argentina" y funcionaba de base para las primeras grandes organizaciones delictivas del país, que dominaban el contrabando vía el río Paraná.
En Las Flores también se levanta un lujoso casino, el City Center, que según el diputado Toniolli responde a un plan de desarrollo inmobiliario que se extiende por toda la ciudad, solventado sobre la base de dineros sucio. El gran éxito del narcotráfico es que sus ingresos, generadores de violencia territorial visible en los barrios, están camuflados en emprendimientos legales", explica Marcelo Saín, ex interventor de la PSA y diputado bonaerense por Nuevo Encuentro.
El punto crucial, para oficialistas y opositores, es cómo atacar el problema, un eufemismo para decir que la forma de solucionar la escalada narco está en resolver la corrupción policial. El 4 de abril de 2013, por ejemplo, el etnoonces jefe de la Policía santafesina Hugo Tognoli fue procesado por "encubrimiento agravado" de un traficante. Para Binner la solución está en el Congreso: "Creo que hay que seguir el camino de que se apruebe en Diputados nuestro proyecto para crear un observatorio de delitos complejos y que se instalen tres juzgados federales en Santa Fe".
"El rol de las fuerzas de seguridad en la gestión de este delito en el territorio es un tema crucial", agrega el diputado Toniolli. "En la provincia de Santa Fe la Policía se autogobierna. Se debe crear una Secretaría de Gestión de Seguridad, conformada por civiles que controlen a la Policía. La fuerza no puede tener a su cargo las investigaciones de delitos complejos. No hace falta comparar con Colombia para saber que la situación que se vive acá es grave. No es igual que Colombia o México. Acá no hay bandas que pongan en jaque militarmente al Estado: hay agencias del Estado, las fuerzas de seguridad, que participan y gestionan las organizaciones criminales."
Por Agustín Shcoler
http://www.rollingstone.com.ar/1692720-por-que-rosario-es-la-ciudad-narco
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