Ocurrió a las 22 del jueves en Carriego al 1800. La familia de Mauro Tegerizo, que recibió 13 disparos, dijo que las balas no eran para él.
Otra vez el ruido seco de los balazos sacudió a los vecinos de un barrio de la ciudad. Otra vez el uso indiscriminado de armas de fuego es parte de una crónica. Otra vez proyectiles cargados de odio, venganza y pólvora pusieron fin a una vida. Fue la noche del jueves en Carriego al 1800, en el barrio Cinco Esquinas, a sólo 150 metros al sur de avenida Pellegrini al 4600. Allí cayó alcanzado por más de una decena de proyectiles Mauro Hernán Tegerizo, de 26 años y domiciliado a sólo dos cuadras de donde lo encontró la parca.
Ocurrió pasadas las 22 del jueves cuando Mauro, quien vivía con su familia en una humilde casa de Felipé Moré al 1800, frente al Centro de Salud Municipal "Dr. Esteban Maradona", caminaba en compañía de su amigo Juan Pablo D., de 27 años. Los muchachos iban sorteando las veredas maltrechas y las zanjas a cielo abierto para llegar hasta un almacén ubicado en la esquina de Carriego y Pasco. Sin embargo no pudieron llegar. Al menos tres jóvenes los estaban esperando escondidos en la oscuridad del pasaje De Nito.
De acuerdo a los pocos testigos que pudieron ser entrevistados por los investigadores, ya que el frío de anteanoche y la oscuridad en el barrio llevaron a que los vecinos se encerraran temprano en sus viviendas, "los agresores arrojaron sobre las víctimas un líquido que según los primeros indicios sería nafta". Tras ello extrajeron armas de fuego de entre sus ropas y no tuvieron piedad.
Mauro intentó protegerse y emprendió una veloz carrera hacia el sur para llegar al almacén que tenía por destino. Pero 13 proyectiles lo alcanzaron en el tórax y el abdomen y cayó sin vida frente a la puerta de ingreso de la casa ubicada en Carriego 1871. Su amigo, Juan Pablo, corrió en dirección al norte y fue herido por tres balazos en el abdomen. Pudo llegar a la esquina de Carriego y Cochabamba, donde sus piernas ya no le respondieron.
Los primeros vecinos que se animaron a atravesar las puertas de sus viviendas tras avisar al 911 vieron el cuerpo de Mauro ya sin vida detrás de un auto estacionado. La primera camioneta policial que arribó al lugar cargó en tanto a Juan Pablo y lo trasladó al Hospital de Emergencias, donde lo operaron y anoche seguía internado.
La investigación del trágico episodio quedó en manos del fiscal Patricio Saldutti, quien convocó al Gabinete Criminalístico y a la Brigada de Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal para que trabajaran en el territorio. Los primeros se abocaron a buscar puebas de lo sucedido y levantaron una veintena de vaina servidas calibre 9 milímetros en la zona del ataque además de la botella plástica con restos de nafta usada para achicar a las víctimas y que los agresores dejaron en el lugar. En tanto, los agentes de Homicidios a cargo del comisario Diego Sánchez recabaron testimonios y detectaron en la zona cuatro cámaras de seguridad privadas cuyas filmaciones podrían arrojar algo de luz sobre lo ocurrido.
Acerca de los agresores, algunos vecinos dijeron que huyeron a pie por el pasaje De Nito hacia el este y luego subieron a un auto que los esperaba y que algunos describieron como un Ford Fiesta blanco.
Testigos
La mañana de ayer el lugar donde ocurrió el crimen que eleva a 105 el número de hechos en el departamento parecía haber retomado la normalidad. El almacén al que iban Mauro y Juan Pablo cuando fueron emboscados atendía a sus clientes bajo estricto protocolo de seguridad, con una fila de personas con tapabocas y la distancia de rigor a pesar de que la zona parece una verdadera incubadora de dengue y no de Covid-19. Es que las zanjas pestilentes a cielo abierto, los montículos de basura en cada esquina y las calles que sólo son cintas irregulares de asfalto bordeadas por los yuyos no hacen pensar en otra cosa.
Un vecino que vive frente al lugar del hecho, en Carriego y pasaje De Nito, le dijo a La Capital que "hacía bastante tiempo que en el barrio no pasaba algo tan grave. No te digo que no se escuchen tiros de vez en cuando, pero algo así no recuerdo". Y agregó: "Parecía que los tiros no terminaban más, fueron muchos, pero no se escucharon motos o autos que salieran fuerte....cuando nos animamos a salir ya había una chata de la policía que se llevó al pibe herido, pero el otro ya estaba muerto allá enfrente", dijo señalando la puerta de Carriego 1871.
Entre quienes esperaban para hacer sus compras en el almacén de Carriego y Cochabamba los comentarios eran parecidos aunque con un par de aditamentos especiales: "Este pibe que mataron era cliente habitual del negocio, lo veíamos siempre por acá porque vive con la familia a dos cuadras de aquí. Pero no pongan que ésto tiene que ver con la falopa porque no es así. Que en el barrio se vende droga es verdad, pero eso pasa en toda la ciudad. Y el crimen de este chico no tiene nada que ver con eso", dijo una mujer joven que llevaba una garrafa en una carretilla. Otra clienta se animó a más: "Me parece que el pibe estaba ligado a un tipo que quiere hacer pie en la barra de Newell's, quizá la cosa venga por ahí".
Al respecto, extraoficialmente se supo que las balas en realidad no eran para Mauro, quien no tenía ningún antecedente penal, sino para quien lo acompañaba. "Hay quien dice que gente de la barra de Newell's le tenía cierta bronca al pibe herido, y además no descartamos que ese muchacho haya estado ligado con el narcomenudeo en el barrio y lo hayan querido mejicanear."
Silencio familiar
A dos cuadras de la escena del crimen la familia de Mauro Tegerizo empezaba su duelo en silencio y sin comprender lo que había pasado. Estaban recluidos en su humilde casa de Felipe Moré 1815, frente mismo al Centro de Salud Municipal que, pintado de celeste, se destaca entre las precarias y sencillas construcciones de material entre las cuales se abren pasillos que llegan a los centros de manzanas donde se multiplican las casillas.
El esposo de una prima del muchacho asesinado le dijo con respeto a este cronista que la familia no estaba en condiciones de hablar y que por ahora no lo haría. Y en voz baja se preguntó: "¿Qué puede haber pasado? Realmente no entendemos nada. Era un pibe bueno y sin problemas".
En la vereda de enfrente, apoyado en un auto estacionado y recibiendo el apoyo y el consuelo de dos amigos, un sobrino de Mauro no paraba de llorar. "No sé que decirte...no quiero hablar....pero te aseguro que las balas no eran para él, no eran para él", concluyó.
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Carlos