Harto de ser molestado por un vecino, un mecánico lo mató de tres balazos

Un cruce de palabras o un intento de robo llevó a Walter S., de 57 años, a correr a Carlos Tamborelli, de 25. Éste le tiró una botella y el hombre lo asesinó.

Ayer a la mañana, el lugar donde cayó Tamborelli había vuelto a la normalidad de lo cotidiano.

En una ciudad como Rosario, donde los crímenes se caracterizan por la lucha territorial o la disputa entre bandas de narcomenudeo, un asesinato por un conflicto vecinal aparece como algo destacable. Eso pasó el viernes a la noche cuando tres detonaciones sacudieron a los vecinos de Magallanes y Uruguay, en barrio Triángulo. "El pibe que murió es un «rastrillo» (ladrón de poca monta) que vive a cinco o seis cuadras. Andaba siempre por acá dado vuelta. Parece que pasó y quiso robar algo de un auto del hombre de la esquina y como lo corrieron les tiró con una botella. Y el de la esquina, que estaba con la familia, reaccionó a los tiros", explicó un joven de la cuadra sobre la secuencia del homicidio número 44 de 2020.

El hombre de la esquina es Walter S., de 57 años, y el "rastrillo" se llamaba Carlos Gabriel Tamborelli, de 25 años. El primero terminó preso y el otro muerto con cinco orificios de balas calibre 32 en su cuerpo. "¿Ésto es lo que tanto buscabas?", escucharon decir a Walter algunos testigos mientras Tamborelli agonizaba.

El uno y el otro

Magallanes al 3300 se presenta como un sector "amigable" en el corazón de barrio Triángulo. Si bien cuando cae la noche la fisonomía de la zona cambia, durante el día la gente toma mates en la vereda, bajo los árboles y con una baja sensación de inseguridad. En ese marco, algunos habitantes del lugar perfilaron a los protagonistas de una noche fatal.

Walter S. tiene 57 años y es mecánico. Vive en el barrio hace al menos tres décadas, es padre de cuatro hijos adultos y tras divorciarse se mudó a la esquina de Magallanes y Uruguay. Allí estaba el viernes, alrededor de las 21.30 cuando el destino lo enfrentó con Tamborelli.

Algunos de sus vecinos lo miran de costado: "El problema es la junta que tiene. Compra cosas de «dudosa procedencia», ponele. Le ofrecen cosas y él las compra sin preguntar de dónde salieron. Siempre fue así", explicó un residente sobre Walter.

A Tamborelli, en tanto, lo perfilaron como un personaje "molesto" que "andaba siempre por la zona borracho o dado vuelta por las drogas, siempre a la expectativa". Vivía a unos 300 metros de la escena de su crimen, en inmediaciones de la escuela Nº 1318. Fuentes allegadas a la investigación, en manos del fiscal Patricio Saldutti, confiaron que trabajaba como cuidacoches en la zona del Centro de Justicia Penal y que tenía un prontuario engrosado por robos, lesiones, amenazas y un pedido para comparecer en el Juzgado Federal 3 por infracción a la ley de drogas. También tenía una denuncia por violencia doméstica contra una ex pareja.

Un botellazo y la reacción

Según se pudo establecer, el viernes a las 21.30 Walter S. estaba en la vereda de su casa junto a uno de sus hijos, quien en brazos llevaba a un bebé. Fue entonces que apareció Tamborelli, quien no estaba en sus mejores condiciones. Hasta allí parecía una escena conocida por los vecinos, pero esta vez el final fue diferente. Sobre los momentos previos al crimen hay al menos dos versiones con un mismo final.

Algunos vecinos indicaron que el joven asesinado pasó junto a un vehículo que estaba bajo la tutela de Walter S. e hizo un ademán propio de un robo. Entonces, alertados por lo que sucedía, Walter S. y su hijo lo corrieron; Tamborelli tomó una botella y se las tiró impactando en los pies de los perseguidores. Otra es que Tamborelli tuvo un intercambio de palabras con Walter S. y la historia vuelve al momento en que el joven les arroja la botella.

Ahí se abre una pequeña ventana de tiempo entre las secuencias mencionadas y el homicidio. ¿Walter S. portaba el arma? ¿Ofuscado entró a su casa a buscar el arma? ¿Alguien le acercó el arma para que disparara? Nadie supo la respuesta a una pregunta en la que puede estar la diferencia entre un homicidio agravado por el uso de un arma, un crimen en legítima defensa o por el excesivo uso de la fuerza.

Lo concreto es que se escucharon tres detonaciones. Tamborelli recibió tiros en el tórax y en una pierna. Como pudo caminó unos 15 metros y se desplomó en Magallanes entre Uruguay y Caaguazú. "¿Se murió? Estaba lúcido, hablaba. Los vecinos llamaron a la ambulancia y cuando se lo llevaron no parecía estar muriéndose", explicó una vecina.

Rápidamente al lugar llegó el padre de la víctima, quien lo acompañó en la ambulancia. El muchacho ingresó cerca de las 22 al quirófano del Hospital de Emergencias en estado reservado. A la 1.30 comunicaron que había muerto. En la escena se recogieron vainas calibre 32 que fueron enviadas a pericias.

Mientras la noticia de la muerte corría como un reguero de pólvora, a las 3 de la mañana de ayer Walter S. llegó hasta la comisaría 19ª acompañado por uno de sus hijos. Se hizo responsable del hecho, aseguró que reaccionó porque Tamborelli lo molestaba, lo tenía cansado y temió por su pequeño nieto. Pero esos testimonios no tienen validez en el plano judicial. Para que lo tengan, Walter S. deberá manifestarlo en la audiencia imputativa que en principio se realizará mañana. También entregó un revólver calibre 32 con numeración visible.

Anoticiado de lo sucedido, el fiscal Saldutti comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC, ex PDI) para que se constituyeran en la escena para recabar la palabra de potenciales testigos y relevar la existencia de cámaras de videovigilancia públicas o privadas, que a simple vista parecían inexistentes. También ordenó que se le realizara el examen de dermotest al sindicado autor de los disparos y a la víctima para saber si ambos dispararon. En principio, mañana Walter S. será imputado por el asesinato.