Crimen de un joven colombiano. En Rosario "fue feliz, me queda ese consuelo", dijo la tía del muchacho de 24 años asesinado a balazos el lunes en La Lagunita, que llevaba cuatro años en la ciudad.
Gustavo Adolfo Segura Figueroa tenía 24 años y hacía cuatro que estaba viviendo en Rosario luego de crecer en el complicado Distrito 13 de la ciudad Colombiana de Cali. En el año 2011, cuando decidió mudarse a la Argentina impulsado por una tía que ya vivía en la ciudad, su comuna natal registraba 77 homicidios al año.
Pero al "Colombia", como le decían quienes lo conocían, la muerte lo encontró en Rosario. El 10 de noviembre el joven fue asesinado a balazos a dos cuadras de bulevar Seguí y Provincias Unidas cuando al menos dos delincuentes lo atacaron para robarle el dinero que había recaudado como cobrador de una mueblería. Pese a que se llevaron la mochila con el dinero, dejaron la moto en que se trasladaba.
"Acá se vivía mejor, sin tanta violencia, y se ganaba más. Acá el fue feliz, es el único consuelo que me queda", dijo a este diario Marlene, un par de días después de la muerte de su sobrino.
No volvió. Según fuentes allegadas a la investigación Gustavo fue atacado cerca de las 14.30 del lunes pasado en el pasaje 1853 al 6300, muy cerca de Cullen y Seguí. Un disparó le atravesó la axila izquierda y otro le impactó en la cabeza.
El fiscal Adrián Spelta comentó que el joven había salido de su casa con una mochila que no fue encontrada en el lugar del hecho y reveló que una hora antes había llamado a su casa avisando que volvería y no lo hizo.
La misma tarde del lunes un adolescente de 17 años fue detenido en las inmediaciones de la escena del crimen sospechado de estar vinculado. Incluso fue trasladado a la comisaría 19ª y quedó a disposición de la Justicia, pero luego debió ser liberado porque no tenía nada que ver con el asesinato.
Goteo. Gustavo consiguió en esos cuatro años un trabajo como revendedor de muebles, una actividad usual para los miembros de la comunidad de colombianos que residen en Argentina. Tenía también una novia, Damaris, una moto Honda Wave "que amaba" y un grupo de amigos, algunos argentinos y otros coterráneos.
Gustavo recorría los barrios vendiendo realizando lo que se conoce como "venta al goteo" de muebles, actividad que realizaba con su primo Víctor y a la que también se dedica su tía Marlene. "Uno vende muebles por los barrios más humildes —explicó Víctor— y la gente lo va pagando como puede. Más o menos las cuotas son de 100 o 200 pesos al mes o a la semana. Se hace una diferencia".
En ese contexto, Marlene se indignó por ciertos comentarios que en los últimos tiempos vinculan a la comunidad colombiana con el narcotráfico.
"No todos los colombianos somos narco. Mi familia vino huyendo de la mala vida y fíjese que lo vinieron a matar a Gustavo acá" dijo la mujer, para agregar: "Antes uno trabajaba y podía enviar dinero a Colombia, ahora es más difícil pero igual conviene".
Común. La familia del joven asesinado contó que a Gustavo le habían robado una moto tres meses atrás, pero se había comprado otra. "La cuidaba mucho, la amaba", dijo Damaris, su novia, que había conocido al muchacho luego de que él le vendiera algunos muebles a su familia.
"Eramos felices. Salíamos al parque, al shoping, una vida común", dijo la chica, y contó que la pareja planeaba ir a vivir a la casa de los padres de ella.
Por estos días, contaron sus familiares, la vida de "Colombia" pasaba por un buen momento. "Iba a viajar a nuestro país el año que viene para ver a su madre, pero estaba muy feliz acá", coincidieron.
Muchas versiones. Cuando familiares de Gustavo fueron a preguntar al barrio La Lagunita cómo había sido el hecho en el que el muchacho fue asesinado se encontraron con "muchas versiones".
De alguna manera volvieron amargados porque "nadie quiere hablar o firmar una denuncia. Sabemos que un tal negro Eloy manejaba un Ford Falcon y lo encerró con el auto a Gustavo, que iba en la moto. Parece que él salió corriendo y este pibe le disparó por la espalda", contó uno de los familiares sobre un hombre que, según los vecinos con quienes hablaron, sería una persona muy conocida en la zona y de quien "todos saben que roba".
Cuando llegó la policía al lugar donde quedó tirado Gustavo sólo encontraron la moto. "Tenía un celular de alta gama, que no apareció", dijo su primo Víctor.
Sin contacto. La familia de Gustavo asegura no tener mayores contactos con la comunidad colombiana que está asentada en Rosario. Y si bien señalan que algunos coterráneos que andan por la ciudad "no son buena gente", dicen que nadie los molesta y que nada les impide trabajar dignamente.
"A Gustavito vamos a cremarlo. No tenemos dinero para mandarlo a Cali y el Consulado tampoco nos dio soluciones, ¿Le parece que si fuéramos narcos seríamos tan pobres?", se preguntó Marlene.
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