En la Argentina del siglo XXI asistimos a la degradación del tejido social como nunca antes lo hemos vivido. Desde la precarización laboral más extrema, que incluye más de medio millón de esclavos, hasta el récord de producción, tráfico y consumo de cocaína y sus subproductos. Desde la entrega y saqueo de los recursos naturales con la consiguiente contaminación ambiental, hasta la infamia del trabajo y la súper explotación infantil.
En general nos presentan estos temas por separado, o tendemos a mirar lo que nos pasa como si fueran sucesos inconexos que tienen raíces distintas. Así muchas veces los casos de inseguridad en los barrios no se suelen ver como la consecuencia lógica de zonas liberadas para vender droga, para establecer desarmaderos ilegales o montar talleres clandestinos, o por la cobertura de prostíbulos donde se explota la prostitución ajena, por dar algunos ejemplos.
En la Argentina del siglo XXI hablamos de acumulación mafiosa de capital. Sí, hablamos de mafia, de crimen organizado. Y lo hacemos verdaderamente conscientes de su significado y consecuencias. Hablamos de organizaciones que se estructuran para cometer delitos graves con fines económicos o de beneficio material, que no pueden llevar a cabo sus cometidos sin la complicidad de amplios estamentos del Estado (políticos, policiales, judiciales) que les garanticen impunidad. La mafia no tiene color político ni fe religiosa. Todo lo corrompe, todo lo corroe.
Así vemos los pueblos hermanos de México y Colombia, donde no haber frenado a tiempo estos procesos colocó a amplias franjas de esas sociedades en una situación de extrema vulnerabilidad y violencia. Como también vemos el caso Italiano donde una verdadera ola de matanzas ocurridas hace dos décadas atrás, dio impulso a amplios sectores de esa sociedad para comenzar a organizar procesos (sociales, culturales, jurìdicos) que permitan dar un combate a las organizaciones mafiosas.
En la Argentina del siglo XXI tenemos frente y contra nosotros a las bandas que trafican personas, que esclavizan trabajadores, que explotan la prostitución ajena, que trafican droga y están generando un verdadero genocidio con nuestros pibes, que venden bebés y niños, que trafican órganos, que lavan todo ese dinero ilícito pasándolo a la economía formal al tiempo que degradan sin freno aparente a la comunidad en la que vivimos.
Pero así como existe una transversalidad mafiosa, así como las bandas del crimen organizado cooptan y corrompen funcionarios de todos los estratos y jurisdicciones, también es cierto que, como lo plantea la Declaración del Congreso Contra la Trata y el Crimen Organizado de Abril de 2013, "estamos convencidos que hay también una transversalidad de ciudadanos honestos de diferentes creencias políticas y/o religiosas, que enfrentan como pueden a estas mafias desde su función o desde el territorio, la mayoría de las veces aisladamente y a riesgo de sus vidas. La transversalidad de la mafia se organiza y disciplina alrededor de los negocios y el dinero. Es hora de organizar la transversalidad de los que queremos un país sin mafias, esclavitud y exclusión y que más allá de las creencias políticas o religiosas, defendemos los valores de la libertad, la dignidad y el respeto por la vida. Es necesario comenzar a reunir voluntades de todos los que queremos un país sin trata, trabajo esclavo, narcotráfico, corrupción, lavado, contaminación y destrucción de los recursos naturales”.
La Red Antimafia Nacional es la herramienta para tejer esa transversalidad. La que permita dar en mejores condiciones la decidida batalla material y cultural contra las mafias, que permita disminuir la inseguridad y la violencia al mismo tiempo que recuperar miles de millones de pesos de recursos que podrían perfectamente servir para solucionar problemas de pobreza y exclusión.
Los invitamos a conocer la declaración y puntos de acuerdo votados por más de cuarenta organizaciones de todo el país y que dieron origen a la Red Antimafia Nacional y a sumarse a la construcción de una Argentina sin mafias.
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