POLICIALES HISTORIA DEL DELITO
El Petiso Orejudo: A 100 años del último crimen de un asesino mítico
POR ENRIQUE GARIGLIO
Cayetano Santos Godino tenía 16 años cuando cayó por matar a un nene de 3 años, en diciembre de 1912. Confesó 3 homicidios más y pasó a ser el primer asesino serial local.
“Mi papá me decía que en esa casa había vivido un asesino que tenía mucha soberbia y mucha maldad”. Ana Cipriano (43) repasa con la mirada el frente de la vieja fachada de Urquiza 1970, en el barrio porteño de Parque Patricios. A las 5.30 de la mañana del 4 de diciembre de 1912, de ahí se llevó la Policía a “El Petiso Orejudo”, un chico de solo 16 años que se convirtió en triste leyenda y al que la historia le dio el título de primer asesino serial de la Argentina.
Es que a Cayetano Santos Godino, el petiso de las orejas como alas, se le atribuyen cuatro crímenes. Pero la leyenda urbana en que se convirtió ayudó a endilgarle otros. Sería algo así como el mito de Gardel, pero por una cualidad negativa: “Godino cada día mata mejor”. Del que no quedan dudas es de su último crimen , consumado un día antes de su detención. De él se cumplen 100 años mañana . “Una inquilina muy mayor, que ya vivía acá cuando llegamos a esta casa (lindera a la que habitó Godino), me contaba cuando yo era chica que este asesino violaba a los chicos y después les clavaba un clavo para matarlos”.
Ana busca en su memoria los retazos de una historia que resonó muchas veces en su infancia, pero en la que nunca indagó mucho quizá por el temor que le provocaba o por la lejanía en que la pusieron los años. Pero lo cierto es que el “Petiso” no era violador. Era asesino.
Y piromaníaco.
Y la referencia al clavo cabe sólo para éste que se recuerda, su último crimen.
El cuerpo de Jesualdito Giordano, de 3 años, fue hallado el mismo día que Godino lo mató. Primero, le apoyó al nene una rodilla en el pecho para inmovilizarlo, le enrolló un cordel en el cuello y lo estranguló.
Pero como vio que aún así seguía vivo, recorrió la quinta adonde había llevado a su víctima con la promesa de “comprarle caramelos” . El Petiso encontró un clavo de tres pulgadas (unos 7,6 centímetros), se lo apoyó en una cien y, con una piedra, lo martilló dentro del cráneo del nene. Después, se volvió a su casa.
La secuencia se desarrolló en unas pocas cuadras del barrio de Parque Patricios. La casa de Urquiza 1970 fue el punto de partida, aunque no era “una” casa, sino varias; era el estereotipo del conventillo porteño sobrepoblado de inmigrantes.
“Los arquitectos de la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico me confirmaron que, efectivamente, en ese lugar vivió Godino junto con sus padres y sus dos hermanos cuando se lo llevaron los oficiales de Policía Santillán, Torres y Peie”, le cuenta a Clarín el historiador y escritor Leonel Contreras.
El testimonio de Ana Cipriano parece confirmar: su padre compró esa propiedad en 1966 y “estaba todo abandonado. Tenía muchas piezas...”. Pero hoy ese lugar se reparte en tres departamentos.
El que a Godino fuesen a buscarlo tres oficiales habla de la magnitud del caso que los policías tenían que resolver. “Por sus características fue un crimen tremendo, que no había tenido antecedentes en el Buenos Aires de entonces; es quizá el crimen más importante de la historia argentina porque moldeó la figura del asesino serial” , agrega Contreras, autor del libro “La leyenda del Petiso Orejudo”.
La que sigue es una transcripción de la declaración indagatoria que le tomaron a Godino poco después de su detención: “El declarante dijo que ayer se levantó a las 7.30 y salió a la calle por Garro hasta 24 de noviembre, por ésta hasta Garay, luego hasta Alberti y hasta Constitución, luego Jujuy y Progreso (actualmente, Cátulo Castillo) dónde encontró en la vereda a dos chicos de distinto sexo que estaban jugando, entonces trató de inducir a la mujercita a que lo acompañara ofreciéndole caramelos, pero no quiso hacerlo y por eso se dirigió al varoncito, quien lo acompañó al almacén de Progreso y Jujuy donde compró 2 centavos de caramelos y dio primero dos al menor y con éste caminó por Progreso hasta Catamarca y dobló por ésta. Como el chico llamaba a su padre, el declarante le dio otros tres caramelos para que siguiera con él, lo cual consiguió yendo hasta la esquina de Catamarca y 15 de Noviembre penetrando por el portón de la quinta”.
La “quinta” era el casco de la estancia El Edén, que en 1912 pertenecía al geógrafo Francisco P. Moreno. Hoy se levanta allí un monumental edificio que está entre los más bellos de Buenos Aires: el Instituto Bernasconi. Su piedra fundacional se colocó en 1921, nueve años después del crimen de Jesualdito , Tiene escaleras de mármol de carrara, un parque verde y lleno de vida. Nada da la idea de que hasta allí arrastró a su última víctima el “Orejudo”.
Amalia Cafara, de 81 años, descansa una tarde calurosa de fines de noviembre de 2012 a la sombra de los árboles del Bernasconi y despeja toda duda: “Sí, fue acá. Hace años que supe esa historia.
El ‘Petiso Orejudo’ mató a un nene acá. Pero este edificio está lleno de historias más lindas”.
El Petiso Orejudo: A 100 años del último crimen de un asesino mítico
POR ENRIQUE GARIGLIO
Final. Donde está el Bernasconi, Godino mató a su última víctima. /L LUCCA |
“Mi papá me decía que en esa casa había vivido un asesino que tenía mucha soberbia y mucha maldad”. Ana Cipriano (43) repasa con la mirada el frente de la vieja fachada de Urquiza 1970, en el barrio porteño de Parque Patricios. A las 5.30 de la mañana del 4 de diciembre de 1912, de ahí se llevó la Policía a “El Petiso Orejudo”, un chico de solo 16 años que se convirtió en triste leyenda y al que la historia le dio el título de primer asesino serial de la Argentina.
Es que a Cayetano Santos Godino, el petiso de las orejas como alas, se le atribuyen cuatro crímenes. Pero la leyenda urbana en que se convirtió ayudó a endilgarle otros. Sería algo así como el mito de Gardel, pero por una cualidad negativa: “Godino cada día mata mejor”. Del que no quedan dudas es de su último crimen , consumado un día antes de su detención. De él se cumplen 100 años mañana . “Una inquilina muy mayor, que ya vivía acá cuando llegamos a esta casa (lindera a la que habitó Godino), me contaba cuando yo era chica que este asesino violaba a los chicos y después les clavaba un clavo para matarlos”.
Ana busca en su memoria los retazos de una historia que resonó muchas veces en su infancia, pero en la que nunca indagó mucho quizá por el temor que le provocaba o por la lejanía en que la pusieron los años. Pero lo cierto es que el “Petiso” no era violador. Era asesino.
Y piromaníaco.
Y la referencia al clavo cabe sólo para éste que se recuerda, su último crimen.
El cuerpo de Jesualdito Giordano, de 3 años, fue hallado el mismo día que Godino lo mató. Primero, le apoyó al nene una rodilla en el pecho para inmovilizarlo, le enrolló un cordel en el cuello y lo estranguló.
Pero como vio que aún así seguía vivo, recorrió la quinta adonde había llevado a su víctima con la promesa de “comprarle caramelos” . El Petiso encontró un clavo de tres pulgadas (unos 7,6 centímetros), se lo apoyó en una cien y, con una piedra, lo martilló dentro del cráneo del nene. Después, se volvió a su casa.
La secuencia se desarrolló en unas pocas cuadras del barrio de Parque Patricios. La casa de Urquiza 1970 fue el punto de partida, aunque no era “una” casa, sino varias; era el estereotipo del conventillo porteño sobrepoblado de inmigrantes.
“Los arquitectos de la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico me confirmaron que, efectivamente, en ese lugar vivió Godino junto con sus padres y sus dos hermanos cuando se lo llevaron los oficiales de Policía Santillán, Torres y Peie”, le cuenta a Clarín el historiador y escritor Leonel Contreras.
El testimonio de Ana Cipriano parece confirmar: su padre compró esa propiedad en 1966 y “estaba todo abandonado. Tenía muchas piezas...”. Pero hoy ese lugar se reparte en tres departamentos.
El que a Godino fuesen a buscarlo tres oficiales habla de la magnitud del caso que los policías tenían que resolver. “Por sus características fue un crimen tremendo, que no había tenido antecedentes en el Buenos Aires de entonces; es quizá el crimen más importante de la historia argentina porque moldeó la figura del asesino serial” , agrega Contreras, autor del libro “La leyenda del Petiso Orejudo”.
La que sigue es una transcripción de la declaración indagatoria que le tomaron a Godino poco después de su detención: “El declarante dijo que ayer se levantó a las 7.30 y salió a la calle por Garro hasta 24 de noviembre, por ésta hasta Garay, luego hasta Alberti y hasta Constitución, luego Jujuy y Progreso (actualmente, Cátulo Castillo) dónde encontró en la vereda a dos chicos de distinto sexo que estaban jugando, entonces trató de inducir a la mujercita a que lo acompañara ofreciéndole caramelos, pero no quiso hacerlo y por eso se dirigió al varoncito, quien lo acompañó al almacén de Progreso y Jujuy donde compró 2 centavos de caramelos y dio primero dos al menor y con éste caminó por Progreso hasta Catamarca y dobló por ésta. Como el chico llamaba a su padre, el declarante le dio otros tres caramelos para que siguiera con él, lo cual consiguió yendo hasta la esquina de Catamarca y 15 de Noviembre penetrando por el portón de la quinta”.
La “quinta” era el casco de la estancia El Edén, que en 1912 pertenecía al geógrafo Francisco P. Moreno. Hoy se levanta allí un monumental edificio que está entre los más bellos de Buenos Aires: el Instituto Bernasconi. Su piedra fundacional se colocó en 1921, nueve años después del crimen de Jesualdito , Tiene escaleras de mármol de carrara, un parque verde y lleno de vida. Nada da la idea de que hasta allí arrastró a su última víctima el “Orejudo”.
Amalia Cafara, de 81 años, descansa una tarde calurosa de fines de noviembre de 2012 a la sombra de los árboles del Bernasconi y despeja toda duda: “Sí, fue acá. Hace años que supe esa historia.
El ‘Petiso Orejudo’ mató a un nene acá. Pero este edificio está lleno de historias más lindas”.
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