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Iniciativa argentina por soberanía aviva patriotismo en Malvinas

Written By Charles Francis on 15 marzo 2012 | 11:23


POSADAS. “Yo me quedé en Malvinas, lo que pasamos en la guerra cala muy hondo y jamás se olvida, uno nunca vuelve de la guerra, no se termina, siempre está en tu cabeza”, comenzó el excombatiente Martín Espíndola una charla con El Territorio, en la sede del Centro de ex Combatientes de Malvinas, Soldado Alfredo Gregorio en la plaza Estévez, con más de 200 adherentes.
Espíndola desembarcó en Malvinas con 18 años, llevaba tres meses de instrucción en el servicio militar obligatorio en la brigada aérea de El Palomar, en la provincia de Buenos Aires, cuando lo reclutaron. El 7 de abril de 1982 pisó el suelo de las islas y combatió hasta el último día, cuando tras la rendición cayó prisionero en la mañana del 14 de junio.
“Cuando volvimos de la guerra, derrotados, fuimos la vergüenza y nos escondieron, los gobiernos nos negaron, por diez años fuimos menos que nadie, por eso yo agradezco hoy a la sociedad que nos da su respeto y su aprecio, la mayoría fuimos soldados que no elegimos ir a la guerra, pero que dimos nuestra juventud a una causa nacional y muchos compañeros perdieron la vida”.
El hombre habló del hambre y del frío, ese infierno que fue batallar contra un enemigo desigual. “Cuando escuchamos que fue una guerra inútil o una guerra que no debía hacerse nos duele mucho, porque eso es negar a los soldados que perdieron la vida, yo me pregunto ¿entonces la vida de ellos no valió nada? Yo a eso respondo que volvería a la guerra, que esa fue nuestra causa, que peleamos por una razón justa y que hay héroes que quedaron allá en suelo de Malvinas, después ojalá que juzguen a los culpables de haber conducido mal o de haber abandonado su puesto”.
Aseguró que los soldados tenían confianza en el poderío de las armas y de los aviones argentinos.  “Vivimos con los pies en el barro comiendo poco y mal, pero teníamos confianza en nuestra fuerza de combate, creíamos en la fuerza de nuestros aviones pucará”.

La rendición
Espíndola contó que en la mañana del 14 de junio recibieron la orden de entregar las armas, hasta ese momento permaneció en su puesto, en la torre de control destruida por los bombardeos.

“El día 14 a la mañana avanzaba el camión de los ingleses y tuvimos que levantar algo blanco, nadie tenía una tela blanca, así que el suboficial sacó su calzoncillo que era de los largos que se usaban, nos ordenaron que vayamos a un lugar a seis kilómetros a entregar las armas. Yo tenía una ametralladora de doce kilos y una pistola. Entonces, dije que tiraba la ametralladora al mar, no se la iba a dar, algunos camaradas me decían que no lo haga, pero fui al mar y tiré el arma, no les di el armamento a los ingleses, me rendí sólo con la pistola”.
“Cuando nos entregamos venían   gurisitos de diez o doce años, nos escupían la cara, nos pateaban, y bajábamos la cabeza para que las cámaras de ellos no nos filmen, pero nos pegaban con las armas para que levantáramos la cabeza. Esas son las cosas que te calan, el daño psicológico”.

Deudas de la guerra
El excombatiente, Luis Cabral convirtió su casa en un museo donde conserva objetos, recuerdos de la Guerra de Malvinas. Dedicó los últimos 30 años a documentar los sucesos de la guerra mediante la recolección de fotografías, artículos periodísticos, también exhibe la indumentaria original con la que combatió en la línea de fuego y un puñado de tierra de las Islas.

“Acá está mi vida, todos estos objetos tienen una historia, pero lo que verdaderamente pasó uno lo lleva adentro, se pueden mirar mil fotos, pero las imágenes de tu compañero desplomándose alcanzado por una esquirla, mi uniforme y mis manos con su sangre al intentar rescatarlo eso lo tengo en mi mente”, dijo Luis Cabral.
Luis había terminado su instrucción militar en Monte Caseros, Corrientes en 1980, cuando comenzó la guerra ya estaba de vuelta en Posadas, “apenas supe de la guerra volví a mi unidad, me acuerdo que mi padre estaba revocando una pared cuando le dije ‘yo me voy’, él no me miró, no me pudo mirar y me dijo ‘andá con mi bendición’”.
Salió de Corrientes en tren hasta Paraná, Entre Ríos, de allí voló con otros soldados hasta Río Gallegos, llegó a las Islas el 27 de abril. “En Malvinas, sufrimos frío y hambre. Todos sufrimos, vimos caer a nuestros compañeros muertos. A muchos los llevamos en brazo destrozados para que reciban atención médica”, agregó.
“Mientras duró la guerra no nos bañamos, sólo el ojo teníamos limpio, pasamos congelados y mojados, el terreno de las islas es movedizo y el agua brota por todos lados, vivimos enterrados, cuando volaron el camión de la comida cortó la asistencia y nos alimentábamos de las ovejas”, continuó Cabral.
Sobre las denuncias por torturas y excesos cometidos por jefes militares durante la guerra en perjuicio de los soldados, Cabral aclaró que “yo nunca presencié una tortura, los oficiales peleaban a la par, hambre y frío pasamos todos, tuvimos sí el abandono del segundo jefe del regimiento que se quería rendir y nosotros resistimos, yo nunca supe de esas torturas”.

“Ahora mi lucha con la causa Malvinas, es que los movilizados que nunca salieron del continente no sean reconocidos como veteranos de guerra, que no tengan la misma condición de nuestros compañeros muertos y desaparecidos”, apuntó y agregó, “Una deuda me llevó casi 28 años cumplir, con mi compañero de armas quedamos en que si uno sobrevivía debía buscar a la familia y contarle cómo fueron los últimos minutos de vida. Él murió alcanzado por una bomba, fue en cuestión de segundos, un estallido ensordecedor cuando corrí a buscarlos ya estaba tendido. Volví, pasaron los años y perdí su dirección. Hace dos años pude encontrar a su madre y le conté que murió en combate y que no sufrió, nos dimos un abrazo y lloramos. Eso me dio un alivio, era algo que le debía a la memoria de ese amigo”.

Salario digno
Los excombatientes de la provincia de Misiones perciben una pensión de 900 pesos en negro.
Espíndola, presidente del Centro de ex Combatientes de Malvinas, Soldado Alfredo Gregorio intentó sin suerte ser recibido por las autoridades de Gobierno.
“Ese dinero no sale de un fondo digno, con recibo, sale de una caja chica”, lamentó.  
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