Internan en un psiquiátrico al acusado de brutal crimen

Darío Espinovich, un vecino de Pueblo Esther que la semana pasada mató a su pareja de 22 años tras degollar a un loro, un canario y un gato, fue internado en el neuropsiquiátrico de Oliveros luego de que un informe de forenses de Tribunales determinara que sufría alteraciones mentales al momento de
cometer el crimen. Por este motivo el comerciante no fue indagado y la fiscal de la causa solicitó un dictamen de una junta médica de salud mental para establecer con más precisión si es o no imputable.

El vendedor de muebles antiguos fue imputado del delito de homicidio calificado por la alevosía. Esa carátula solicitó la fiscal Nora Marull ya que, según las primeras constancias de la investigación, la víctima estaba durmiendo cuando fue degollada por su pareja. La carátula supone haber colocado a la mujer, Jésica Leonella Duré Simón, de 22 años, en una situación de indefensión, lo que agrava el delito penado con prisión perpetua. Pero el comerciante no llegó a ser interrogado porque la defensa se opuso a que declare.

Es que, según una fuente judicial, el primer informe de los forenses de Tribunales concluyó que el hombre padece algún tipo de alteración mental. Ahora, la encargada de la acusación le pidió a la jueza de Instrucción número 14, María Laura Sabatier, que se ordene una junta médica especializada en salud mental para obtener un dictamen más preciso. Mientras tanto el comerciante está alojado en la colonia de Oliveros con prohibición de salir de la institución y con la orden de que permanezca vigilado dada su presunta peligrosidad respecto de terceros.

Así, el caso quedó encaminado a determinar si Espinovich era o no capaz de comprender sus actos cuando degolló a Jésica y a las tres mascotas de la casa. Si se determina que una persona es inimputable por razones psiquiátricas, en lugar de una pena se disponen medidas de seguridad y un tratamiento médico.

Velas y sangre. El hecho ocurrió el lunes de la semana pasada en la casa del comerciante, en Juan Manuel de Rosas y Jorge Stephenson del barrio Country 16, en la zona sudoeste de Pueblo Esther, a 20 kilómetros de Rosario. Tras matar a la mujer y a las mascostas, y aún con la cuchilla ensangrentada en sus manos, el comerciante caminó cien metros hasta la casa de su ex pareja y madre de sus dos hijas, de 21 y 25 años. "Maté a la Jesi", les dijo, exaltado. Cuando lo apresó la policía deliraba y pronunciaba frases sin sentido.

Luego, en la casa de Darío, los efectivos encontraron a la joven de 22 años tendida en la cama, desnuda, con varios puntazos en la espalda y el cráneo y una herida que casi le separa la cabeza del torso. En el living los policías hallaron los tres animales decapitados: un canario, un loro barranquero y un gato blanco. En un primer momento los investigadores pensaron que podía tratarse de un ritual satánico por el hallazgo en las habitaciones de la casa de velas de colores e imágenes de santos. Pero luego, a partir de comentarios de los vecinos, cobró fuerza la hipótesis de que el hombre sufriría una alteración mental. Eso es lo que ahora deberá ser precisado para establecer los pasos a seguir en la causa.

Espinovich vendía objetos y muebles antiguos. Hace tres años y medio se separó de su mujer y se fue a vivir a Carcarañá, en donde conoció a Jésica. Con ella volvió a radicarse en la casa que había sido de sus padres. Los vecinos contaron que en el último mes detectaron cambios en su personalidad: "Decía que era el enviado de Dios y se negaba a usar ropa negra porque atraía al demonio". Dos días antes del hecho lo vieron salir con una gorra de lana y una bufanda. "Gritaba que era Dios", contaron.