crímenes de esta naturaleza no pueden ni deben ser tolerados en el futuro en ninguna sociedad que se precie de reconocerse como civilizada.
Juicios como los celebrados en Rosario tienen la capacidad de abrir y de cerrar al mismo tiempo. Cierran heridas, permiten concluir tortuosas esperas, dan sosiego a las víctimas y a sus familiares. Por otra parte abren, a través de los relatos, el modo en el que se diseñó el escenario del crimen.
Los que estuvieron sentados en los banquillos son en verdad la punta del iceberg de un sistema mucho más amplio y perverso. Detrás o debajo de ellos, a su lado, estaba la amplia gama compuesta por miles de hombres y mujeres de honrada conciencia que acompañaron y estimularon la concreción de la masacre. Eso nunca habría que olvidarlo.
El 14 de abril de 2010 habrá de quedar en la memoria de la ciudad como un día histórico. La justicia desplegó su magisterio y las instituciones volvieron a demostrar su capacidad para restaurar, aunque sea mínimamente, lo que la dictadura dañó de manera perversa y cruel sobre el tejido social.
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Carlos