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Nuestro Tony Montana

Written By Charles Francis on 09 enero 2014 | 11:31

Nuestro Tony Montana
Luis Medina, asesinado en el acceso sur, admiraba el film Scarface. Quiso blanquearse con Esperanto. Otra causa que crece bajo el signo del narcotráfico.


Alberto Carpintero | Cruz del Sur

“En este país tenés que hacer primero la plata. Cuando tenés la plata, tenés el poder. Cuando tenés el poder, tenés las mujeres”. Luis Roberto Medina, alias Gringo o Lelo, se identificaba con Tony Montana, aquel personaje de un cubano exiliado en Miami que cumple el sueño americano de dinero, poder y mujeres a fuerza de violencia y tráfico de drogas; Medina tenía un yate llamado como la película, Scarface (Brian De Palma, 1983), y encargó a un artista plástico local un óleo del personaje interpretado por Al Pacino para la inauguración –en agosto de 2012– de Esperanto Rosario.

La pintura la tenía en su casa, mientras que en el VIP del local se podía ver un póster con la foto que lo había inspirado. Fue parte de su estrategia de blanqueo de convicto por robo calificado a empresario hecho y derecho a través de la franquicia de un boliche que en Buenos Aires convoca a ricos y famosos y que en su capítulo rosarino terminó mal: jaqueado por los vecinos que se quejaban por ruidos molestos y denunciaban que funcionaba como disco y no como bar, tal el rubro por el que había sido habilitado. El cuerpo de Medina, al volante de un Citroen DS3, fue hallado en el amanecer del domingo 29 de diciembre, agujereado por los disparos de sicarios que se movilizaban en una moto y un auto en el acceso sur, a la altura del bajo Ayolas. Con él fue asesinada su novia, la joven modelo rosarina Justina Pérez Castelli, de breve fama como botinera del Ogro Fabbiani bajo el alias de Justine Fuster.

A diez días de la espectacular ejecución, sobran las hipótesis sobre quién pudo haberla ordenado, pero el caso se mantuvo en los medios también por una cadena de sucesos increíbles que no hacen más que graficar la verdadera cara de la Justicia penal en la provincia: la muchas veces cuestionada jueza María Luisa Pérez Vara, de turno al momento del hecho, nunca atendió el celular que usa el magistrado en turno y recién doce horas después su par Raquel Cosgaya fue designada al frente de la pesquisa. Pasaron otras doce horas hasta que se decidió que la jueza Alejandra Rodenas, de turno en esta feria judicial y quien en el futuro sistema penal heredará los casos que instruía Pérez Vara, asumiera la investigación. Ahora, es probable que Pérez Vara, que estaba con un pie en la jubilación, ya no vuelva a ser parte del Poder Judicial.

Mientras la causa cambiaba de responsables judiciales, efectivos de la Policía llegaron al hotel Pullman del casino City Center para allanar la habitación que compartían Medina y Pérez Castelli, donde incautaron una notebook con sistema operativo de Apple y un celular. La Ultrabook Mac terminó en manos del secretario de Tecnologías para la Gestión del Ministerio de Gobierno, Javier Echaniz, luego de que los peritos policiales de la Unidad Regional II afirmaran no poder desbloquearla, por tratarse de un sistema operativo que no conocían. Enterada la jueza Rodenas, mandó a detener el peritaje, que ya se había iniciado, al afirmar que ella no había dado esa orden, lo mismo que declaró a los medios su par Cosgaya. Ahora, la Ultrabook está en manos de peritos de Gendarmería Nacional.

El episodio generó los primeros cruces políticos entre oficialismo y oposición de este año en el tema seguridad, incluida una convocatoria al ministro de Justicia Juan Lewis prevista para febrero en la Legislatura, esgrima verbal que se repitió con un hecho sucedido días después.

En la tarde del sábado pasado, los suboficiales José Luis Ramonda, Néstor Elías Chazarreta y Miguel Giordano fueron detenidos en la localidad bonaerense de Pilar y acusados de abuso de autoridad al interpretar la guardia privada del country La Pradera-Haras del Pilar, donde vivía Medina, que habían intentado ingresar a la vivienda del fallecido junto con el padre de Justina, Gustavo Pérez Castelli, quien al parecer tenía copia de la llave.

Los policías, de la División Judiciales de la UR II (la misma que encabezó la investigación en la megacausa Monos), fueron puestos en disponibilidad por el Ministerio de Seguridad anteayer, al interpretarse que ninguna autoridad judicial ni policial estaba al tanto de una supuesta actividad de inteligencia previa al pedido de una orden de allanamiento. Es que la magistrada Rodenas tenía previsto el procedimiento para anteayer, aunque debido a los hechos protagonizados por el trío de suboficiales –en jurisdicción extraña y sin documentación alguna que respaldara su labor–, se desarrolló mediante un exhorto judicial en la madrugada del domingo. La DDI de Pilar, además de Unidades Especiales de la UR II y la Tropa de Operaciones Especiales santafesina encabezaron el operativo.

En la casa que Medina alquilaba en el country la Policía dejó constancia de haber hallado tres teléfonos celulares, un pasaporte, una cédula de identidad y una partida de nacimiento. Al parecer, estas dos últimas estaban falsificadas. En otra vivienda, atribuida a Daniel Nacusse, apodado Patán, y donde estaba un hijastro de este hombre, los pesquisas se incautaron de ocho computadoras y un número similar de celulares. 

Resultó sugestivo para los investigadores que un VW Passat que fue incautado en el lugar, al informar la guardia del country que Medina solía movilizarse en ese vehículo, tuviese un doble fondo en el baúl.

“Sospechamos que Patán, un tipo que hace rato está blanqueado y se mueve en los círculos exclusivos de Pilar, era socio de Medina y por eso le alquilaba además la casa en el mismo country en que él vivía. Patán siempre se dedicó a la compra y venta de autos, como Medina, y solía trabajar con el dueño de una agencia de Villa Adelina (localidad ubicada entre los partidos de San Isidro y Vicente López, en el norte del Gran Buenos Aires) que tiene una historia muy particular: en 2007 un Audi A6 volcó en el sur del país y se descubrió un doble fondo en el baúl en el que había 78 kilos de cocaína. Quien figuraba como dueño del auto dijo que el socio de Patán, a quien conocía y al que le tenía confianza, fue quien hizo la venta a un tercero, aunque nunca había firmado el (formulario) 08”.

Precisamente en el norte del Gran Buenos Aires operaba la llamada Banda de los Rosarinos, cuyo liderazgo se atribuye a Esteban Alvarado, un rosarino a quien la Justicia bonaerense procesó junto con otros dos coterráneos y otras nueve personas (dos de ellos oficiales de la Bonaerense) bajo la acusación de robar autos que luego eran introducidos en el mercado negro bajo protección policial. Alvarado fue preso en agosto de 2012 y según diversas fuentes era quien junto con Medina controlaba la venta de drogas en la zona noroeste de la ciudad. Uno de los emprendimientos comerciales de Medina era, desde 2011, una concesionaria de autos ubicada en Pellegrini y Liniers.

Medina había sido absuelto en un juicio por falsificación de moneda y tráfico de drogas por el denominado operativo Plata Blanca ocurrido en 1999, aunque en el caso de la tenencia de drogas para consumo personal fue porque el delito estaba prescripto. La Policía le había incautado entonces un auto Mitsubishi, billetes apócrifos de 50 pesos y una bolsa con cocaína. Cuando llegó la sentencia ya habían pasado cinco años y medio del inicio del expediente y para entonces Medina estaba preso desde una semana antes pero por otra causa.

Fue a fines de mayo de 2005 cuando Medina cayó al mando de un utilitario Peugeot Boxer en 27 de Febrero y Alsina en el que llevaba pantalones y camperas de jean que habían sido sustraídas a punta de pistola esa misma madrugada de un lavadero industrial de Corrientes al 2000. Según dijo Medina, las había comprado y señaló que el resto estaba en un bar de su propiedad ubicado en Avellaneda y Gálvez, frente al boliche Mogambo. Fue incautada la mercadería y el Gringo marchó preso por algunos días. El local se llamaba Daylu (por Daniela y Luis). Daniela Ungaro era por entonces su pareja (lo fue hasta la inauguración de Esperanto) y con quien mantuvo negocios hasta su asesinato. El padre de Daniela, el Bola Ungaro, fue un conocido pirata del asfalto. Un hermano de Daniela, apodado Chapita y célebre asaltante, también mantuvo negocios con Medina hasta que hubo una separación comercial que incluyó tiros. Otro hermano de Daniela, René, fue condenado por el crimen de Pimpi Caminos, jefe de la barra ñulista.

Ese año 2005, tal vez por haber tocado fondo, parece haber sido determinante para el futuro de Medina y su mujer. A fines de noviembre, Daniela cayó presa en la casa que compartían en barrio Belgrano luego de que la Policía hallara allí diez mil tarjetas telefónicas robadas a mano armada en un falso operativo de tránsito tres meses antes. A Medina lo acusaban de ese robo, pero al buscarlo ya estaba preso por otro asalto. Días antes cayó en Totoras al intentar robar un cargamento de agroquímicos en una semillería, lo que se frustró por la llegada de la Policía. Por ese hecho Medina recibió la única condena en su prontuario: el juez de Sentencia 1ª, José María Casas, lo penó con cinco años y medio de cárcel.

También Daniela venía para entonces de arresto en arresto, pero por la ley de drogas. En octubre de 2002 había sido detenida en el Fonavi del Parque del Mercado donde creció con sus hermanos, y corrió la misma suerte en mayo de 2003, cuando en procedimiento conjunto la Policía Federal y la Digedrop provincial le incautaron unos magros 50 porros en su departamento de la torre 8 del complejo de Sánchez de Thompson al 200 bis.

Cuentan que Medina estuvo a la sombra poco más de un par de años, en Cañada de Gómez, la Alcaidía de Rosario, la prisión de Coronda y el penal de la seccional 25ª, hasta que a principios de 2008, cuando estaba “preso” en una granja de rehabilitación de adictos, tuvo su oportunidad: Roberto Padilla, alias Tuerto Boli, cayó preso al desbaratarse la primera cocina de cocaína en Rosario y la zona noroeste, a fuerza de pagos a la estructura recaudatoria policial, se la quedó el Gringo. La manejó con mano dura hasta su ejecución, lo que le valió incluso verse como sospechoso de instigar el atentado contra la casa del gobernador Antonio Bonfatti. Hoy, Medina sonríe desde las fotos con que la prensa ilustra las notas sobre el caso de su homicidio, que promete para este año tanto centimetraje como la megacausa Monos.
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Carlos

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